lunes, 13 de diciembre de 2021

FOTOS FREE TOUR MADRID CRIMINAL


La historia de Madrid está repleta de misteriosos crímenes y terribles asesinatos, algunos resueltos, otros aún por resolver. Muertes truculentas donde se mezclan víctimas anónimas, magnicidios, asesinos famosos, arrepentidos y ajusticiados. Relatos detectivescos que les contaremos en los mismos escenarios de la ciudad donde tanta sangre y tantas lágrimas se derramaron. Un grupo de amantes de las crónicas criminales quisieron conocer la historia más oscura de Madrid y no se perdieron esta ruta. Aquí el reportaje gráfico de nuestro último recorrido.
Eduardo Dato asesinado junto a la Puerta de Alcalá

En la calle del Turco mataron a Prim, sentadito en su coche con la Guardia Civil...

Magnicidio en la mismísima Puerta del Sol


Mentidero de Madrid, decidnos, ¿Quién mató al conde?...

Sobre el "Crimen del Capitán Sánchez", en la Pza. del Conde de Miranda

Relato junto al monumento a las víctimas del atentado contra Alfonso XIII el 31 de Mayo de 1906

domingo, 28 de noviembre de 2021

FREE TOUR MADRID CRIMINAL

FREE TOUR MADRID CRIMINAL La historia de Madrid está repleta de misteriosos crímenes y terribles asesinatos, algunos resueltos, otros aún por resolver. Muertes truculentas donde se mezclan víctimas anónimas, magnicidios, asesinos famosos, arrepentidos y ajusticiados. Relatos detectivescos que les contaremos en los mismos escenarios de la ciudad donde tanta sangre y tantas lágrimas se derramaron. Si quiere conocer la historia más oscura de Madrid no puede perderse esta ruta.
PUNTO DE ENCUENTRO: Cámara Oficial de Comercio, Industria y Servicios de Madrid (Puerta de Alcalá) PUNTO GPS 

FECHA: 12/12/2021 - 11:00 h - 13:00 h. (Se ruega máxima puntualidad. Es aconsejable estar 10 minutos antes de comenzar la ruta para poder pasar lista.)

CUALQUIER CONSULTA SOBRE LA ACTIVIDAD por whatsapp: 632 295 110 

ITINERARIO Puerta de Alcalá- Banco de España- Puerta del Sol- Calle Coloreros- Pza. Conde de Miranda y Calle Mayor. 

DURACIÓN 2 horas 

PRECIO Este free tour no tiene un precio fijo, sino que al finalizar cada persona entrega al guía el importe que considere en función de su satisfacción. 

RESERVAS Por Whatsapp al 632 295 110. Es muy importante que, si no puede acudir, cancele por favor previamente su reserva, para que pueda ser utilizada por otras personas. 

CUÁNDO RESERVAR Puede reservar hasta la hora de inicio siempre que haya disponibilidad. Reserve ya y asegure su plaza. 

IDIOMA  La actividad se realiza con un guía que habla español. 

ACCESIBILIDAD La mayor parte del recorrido transcurre por zonas accesibles de la ciudad. 

DETALLES Medidas Covid-19. Todas nuestras actividades cumplen la legislación local y las recomendaciones para evitar el coronavirus. Rogamos respete las normas de seguridad y convivencia indicadas por guías y monitores. 

FAQ PREGUNTAS MÁS FRECUENTES

¿QUÉ ES UN FREETOUR?
Un free tour podría definirse como un tour de pago libre que realiza un guía local experto, es decir, que no se exige una tarifa fija a los visitantes sino que cada cual, dependiendo de sus posibilidades económicas y valoración del recorrido, entrega una propina al guía al finalizar la visita.

¿QUÉ VAMOS A VISITAR? En un free tour se recorren los lugares imprescindibles de la ciudad, edificios, monumentos, parques y calles más emblemáticos por el centro o casco histórico normalmente centrándose en una temática específica característica de esa ciudad.

¿CUÁNTO DURA LA ACTIVIDAD? Los free tours suelen tener una duración de entre 1-4 horas (los hay que más, incluso), aunque lo habitual es que sean de dos horas.

¿CUÁNTO CUESTA? Al finalizar la actividad cada visitante podrá remunerar al guía según su grado de satisfacción. Si le gustó la visita, normalmente se espera entre 5€ y 10€ mínimo por adulto. Gracias a su colaboración podemos seguir realizando la actividad.

¿CANCELACIONES? Es muy importante que, si no puede acudir, cancele por favor previamente su reserva, para que pueda ser utilizada por otras personas. La ruta sólo se llevará a cabo si se reúnen al menos 6 adultos. El organizador se reserva el derecho a cancelar la ruta en cualquier momento por motivos organizativos, sanitarios o climáticos.

miércoles, 20 de octubre de 2021

JUAN de PAREJA, ESCLAVO y GENIO de la PINTURA

Retrato de Juan de Pareja, Velázquez, 1650, Metropolitan Museum of Art, NY
 

Diego Rodríguez de Silva y Velázquez tuvo varios ayudantes a lo largo de su vida, pero poca gente sabe que el genio sevillano contaba con un esclavo entre esos asistentes (figura envuelta de misterio, y lo poco que se sabe de él es a través de un relato del pintor y tratadista de pintura cordobés del siglo XVIII Antonio Palomino). Su nombre, Juan de Pareja, nacido hacia 1610, antequerano de origen musulmán, “de generación mestiza y de color extraño”, esclavo de condición por las vicisitudes de la vida. Esta costumbre de tener esclavos como ayudantes estaba, al parecer, extendida en Sevilla entre los pintores, pues Francisco Pacheco, maestro y suegro de Velázquez, tenía un turco que le ayudaba, Alonso Cano vendió un siervo negro llamado Francisco, mientras que Murillo tuvo al menos dos de los que se conservan testimonios, Juan de Santiago, a quien liberó, y Sebastián Gómez, que acabaría siendo su discípulo. El siervo ayudaba al artista universal en las tareas de moler los colores y preparar los lienzos, sin que el maestro, en razón de la "dignidad del arte", le permitiese ocuparse nunca en cuestiones de pintura o dibujo. Incluso le sirvió de modelo para uno de sus más magníficos lienzos, “Retrato de Juan de Pareja”, conservado en el Museo Metropolitano de Arte de Nueva York (The MET). Velázquez retrata a Juan de Pareja de medio perfil y con la cabeza ligeramente girada hacia el espectador, al que mira con fijeza. Viste con elegancia capa y valona con encajes de Flandes. 

Retrato de Antonio Palomino, J. Bautista Simó, 1726, Colección particular

La luz incide directamente sobre la frente y se difunde con brillos broncíneos por la tez morena. La figura se recorta nítidamente sobre el fondo neutro a pesar de su reducida gama cromática, en la que dominan los verdes de distintas intensidades. El gesto es altivo y seguro. La mirada ladeada refleja, especialmente, ese carácter altivo, desafiante y serio. Como ya ocurría en sus retratos de bufones y enanos, el artista era capaz de dotar de dignidad a los personajes que, por su profesión o condición, carecían de ella en la consideración social.

Retrato de Caballero de la Orden de Santiago, Juan de Pareja, circa 1660, Museo del Hermitage, San Petersburgo

Retrato de monje, Juan de Pareja, circa 1660, Museo del Hermitage, San Petersburgo

Tanto tiempo pasó ayudando a Velázquez, que al final el esclavo morisco empezó a pintar, siempre a escondidas de su dueño, pues no era bien visto y nunca se atrevió a mostrarle sus creaciones a su amo y maestro por no contrariarle. En el relato de Palomino consta que fue en una visita del rey Felipe IV al taller de Velázquez, cuando de Pareja se envalentonó y decidió mostrarle uno de sus cuadros al rey mientras le suplicaba que “le amparase para con su amo, sin cuyo consentimiento había aprendido el arte, y hecho de su mano aquella pintura”. Según afirma Palomino, el Rey Planeta ordenó a Velázquez que lo liberase inmediatamente afirmando que “quien tiene esta habilidad, no puede ser esclavo “. Ofensiva, triste y desgarradora es la idea preconcebida de que las personas esclavizadas carecían de cualquier tipo de “habilidad”. Sería en 1650, en un viaje a Roma, cuando su amo otorgó la carta de libertad a Juan de Pareja, efectiva a los cuatro años a condición de que en ese tiempo no huyese ni cometiese actos criminales. En el documento por el que le otorgaba carta de libertad, Velázquez declaraba estar en posesión de un cautivo, “vulgo dicto per schiavo”, llamado “Ioannem de Parecha, filium quondam alterius Ioannis de Parecha de Antechera Malaghen dioc., cuius operam et servitium ipse Ioannes sibi bene et fideliter praestitit”. Sería además en este viaje, cuando Velázquez pintó el famoso retrato de Juan de Pareja que hoy se conserva en Nueva York.


La Huida a Egipto, Juan de Pareja, 1658, Ringling Museum, Saratosa, Florida

El primer cuadro atribuido a Juan de Pareja (su obra pictórica rondaría la treintena de lienzos) es "La Huida a Egipto" de 1658, actualmente expuesto en el John and Mable Ringling Museum of Art. Así mismo, encontramos dos obras suyas en el Museo del Prado: "El Bautismo de Cristo" y "La vocación de San Mateo", de 1661, donde se representa el momento en que Jesucristo animó al publicano (recaudador de impuestos) Mateo, a que lo siguiera y pasara a ser uno de sus discípulos. En este último lienzo, Juan de Pareja se autoretrata, apareciendo de pie en el lado izquierdo del cuadro en una pose similar a la que aparecía en el retrato velazqueño. Incluyó aquí su autorretrato entre los asistentes a la escena llevando un papel con su firma que serviría para identificarle. Curiosamente, en este retrato que hace de sí mismo, se presenta con los rasgos más afilados y el color de la piel más claro, marcando así una diferencia en relación al retrato que le hace Velázquez.


El Bautismo de Cristo, Juan de Pareja, circa 1660, Museo del Prado

La Vocación de San Mateo, Juan de Pareja, 1661, Museo del Prado

Autorretrato de Juan de Pareja, detalle de La Vocación de San Mateo, Museo del Prado

Otra de sus obras más conocidas es el "Retrato de José Ratés" que data de entre 1665 y 1670 y se encuentra en el Museu de Belles Arts de València. Sobre esta obra Palomino escribió que Pareja “tuvo singularísima habilidad para retratos, de los cuales yo he visto algunos muy excelentes, como el de José Ratés en que se conoce totalmente la manera de Velázquez, de suerte, que muchos lo juzgan suyo”. Esta afirmación lleva a pensar que es bastante probable que algunas de las obras pintadas por Juan de Pareja hayan sido atribuidas a otros pintores.


Retrato de José Ratés, Juan de Pareja, circa 1665, Museu de Belles Arts de València

Juan de Pareja ejercería su oficio como pintor independiente hasta su muerte en Madrid en 1670, convirtiéndose en otra de las figuras desconocidas de la historia de la pintura española, olvidado de los libros de texto, como la mayoría de las contribuciones artísticas realizadas por mujeres. Curiosamente su figura sería recordada y homenajeada en 1960, con su particular estilo y forma de expresión, por el genio del surrealismo Salvador Dalí en su obra "Portrait of Juan de Pareja, the Assistant of Velázquez" ("Retrato de Juan de Pareja, el ayudante de Velázquez reparando una cuerda de su mandolina") conservado en el The Minneapolis Institute of Arts. Pocos reconocimientos para un artista tan brillante "pues el ingenio, habilidad y honrados pensamientos son patrimonio del alma; y las almas son de un color…"

Portrait of Juan de Pareja, the Assistant of Velázquez, Dalí, 1960 © Salvador Dalí, Fundació Gala-Salvador Dalí, Figueres, 2014 Photo © The Minneapolis Institute of Arts

lunes, 7 de junio de 2021

DUELOS y DESENGAÑOS

Placa de azulejos de la Calle del Desengaño. Taller de Alfredo Ruiz de Luna
Una de las muchas cosas que me encantan de esta ciudad es la inmensa cantidad de historias con las que nos podemos encontrar en cada esquina. Recomiendo deambular por sus callejones, vagar sin rumbo fijo por sus pintorescos barrios, sobre todo por los más antiguos, empaparse de sus edificios, sus rincones, sus jardines y, sobre todo, del nombre de cada calle que en la mayoría de los casos aparece ilustrado por los artísticos y didácticos azulejos del ceramista Alfredo Ruiz de Luna (1948- 2013). Hoy me gustaría hablar de alguna de esas calles cuyo nombre ocultan una historia pintoresca y casi caída en el olvido. La primera de la que quiero contar su origen sería la calle de la Luna, pequeña vía del distrito de Universidad, que baja desde la calle del Desengaño hasta la Carrera de San Bernardo y cuya castiza antigüedad daría nombre a la vecina plaza de Sta. María de la Soledad Torres Acosta, popularmente conocida como Plaza de la Luna. La historia de dicha calle nos lleva al siglo XV, en tiempos de los Reyes Católicos, y se relaciona con una famosa reyerta entre los partidarios del caballero D. Álvaro de Córdoba (que poseía una casa fortificada donde hoy se levanta la iglesia de San Martín de Tours) y los de D. Fco. Crispi Daura, cuya hacienda estaría aproximadamente en las cercanías de la plaza de Callao. 

Ilustración del Fechtbuch de Paulus Hector Mair, 1542, Sächsische Landesbibliothek, Dresde

La refriega se mantuvo en todo lo alto hasta que sin darse cuenta les llegó la noche y tuvieron que parar a causa de la obvia falta de luz. Sin embargo, de forma repentina, la luna pareció abrirse espacio entre las nubes y, como si de un potentísimo foco se tratara, iluminó el campo de batalla con total claridad. Tal situación fue aprovechada para reanudar la contienda. Ambos caudillos decidieron batirse en duelo buscando el heroísmo individual pero el lance resultó nefasto para D. Francisco pues, herido de muerte, falleció al pie de una de las torres de la casa de su enemigo. Según la tradición, el victorioso D. Álvaro, en honor a la inestimable ayuda del satélite en su lucha, ordenó a un escultor que tallase una luna en la torre de su palacio, que a partir de entonces sería conocido como el Palacio de la Luna y por extensión daría nombre a la calle en la que se ubicaba. 

Retrato de Vespasiano Gonzaga, Bernardino Campi, 1559 (Pinacoteca Civica, Como) y Caballero de Gracia, Víctor López-Jurado, 2005 (Oratorio del Caballero de Gracia, Madrid)

Como se ha mencionado más arriba, la calle de la Luna tiene como vecina a la calle del Desengaño cuya historia casualmente también está relacionada con los duelos y los finales inesperados. Nos toca ahora trasladarnos al siglo XVI, siendo testigos del enfrentamiento que mantuvieron en la misma calle dos conocidísimos personajes de la época en la Villa y Corte, el modenés caballero de Gracia, Iacopo de Gratti (secretario del nuncio apostólico del papa Gregorio XIII) y Vespasiano de Gonzaga Colonna (príncipe de Sabbioneta, hombre de confianza de Felipe II). Ambas personalidades decidieron batirse a muerte, no por orgullo ni por algún altercado venido a más, sino por algo mucho más clásico, por el amor de una joven dama. Tal y como relata la leyenda, ambos contendientes mantuvieron una intensa y encarnizada lucha con sus roperas hasta que, de repente, una presencia extraña frenaría en seco sus ímpetus violentos. Ante ellos, una enigmática figura femenina que, cubriendo su rostro con un largo velo, trataba de huir de un zorro que la perseguía. Ambos pendencieros, sin intercambiar palabra, dejaron a un lado su disputa y corrieron a auxiliar a la doncella. Cuando llegaron a su altura, el atrevido Caballero de Gracia hizo ademán de levantar el velo que cubría el rostro de la muchacha pero la joven se le adelantó descubriendo su cara y ambos contemplaron aterrorizados un semblante momificado, una cadavérica faz que aparentaba llevar muchísimo tiempo bajo tierra.

La Muerte, dama encapuchada

 Se trataba de una inesperada visita del más allá ante la cual ambos coincidieron al exclamar: “¡Qué desengaño!”. Según las malas lenguas, la fantasmagórica dama era la misma mujer objeto de la lucha feroz que se había disfrazado para gastar una broma macabra y escarmentar a sus pretendientes. Hay quien da una versión más tétrica y cuenta que tal aparición era el fantasma de la joven pretendida que se había suicidado por la gran tensión que suponía tener dos pretendientes enfrentados y dispuestos a morir por su amor. Según se ve, ambos caballeros desistieron en su actitud de matarse e hicieron las paces, llegando incluso Iacopo de Gratti a sentir la necesidad de enderezar su vida y dedicarla a reconciliarse con el Creador. La historia de esta decepción redentora aparece reflejada a la perfección en el azulejo que viste esta céntrica calle e ilustra la cabecera de este artículo. Recuerden la recomendación, pasear por el casco histórico de esta ciudad dejándose picar la curiosidad con el nombre de sus rincones.

jueves, 27 de mayo de 2021

EL REAL ENGAÑO DE SOR MARGARITA

Sor María Gertrudis Teresa de Santa Inés, 1730, Museo Colonial, Bogotá
Otra anécdota relacionada con el madrileño Convento de San Plácido, cuyos protagonistas también estarían implicados en el sonado caso de Las Endemoniadas, nos habla de los insaciables apetitos carnales del rey Felipe IV. En esta historia, la víctima de los deseos reales fue una delicada joven llamada Margarita cuya belleza física era bien comentada por toda la Villa y Corte. Los padres de la chica, continuamente acosada por legiones de admiradores que intentaban cortejarla, no encontraron mejor modo de proteger su virtud, que ingresarla en el convento de san Plácido, pues su madre superiora, Teresa Valle de la Cerda, parecía una mujer valiente, de férreo carácter, que podía hacer las veces de carcelera y mentora de la joven angelical.

Vista del Convento de San Plácido desde la Pza. Carlos Cambronero   

La noticia de la llegada de la preciosa dama al convento, donde ingresaría como sor Margarita de la Cruz, corrió como reguero de polvora por la ciudad para disgusto de sus incontables e inconsolables pretendientes. Llegó tambien a oídos del Rey Planeta pero él jugaba con ventaja ya que su íntimo amigo Jerónimo de Villanueva, protonotario de Aragón, fundador del monasterio y enamorado de Teresa Valle, le había referido la posibilidad de acceder al convento a través de un corredor oculto construido por él mismo, que comunicaba la vecina casa del protonotario con la carbonera del cenobio, dando a su majestad la posibilidad de visitar a sor Margarita cuando estimase oportuno. Por supuesto la pobre chica permanecía ajena a todo el asunto. Parece ser que antes de hacer su primera (y última) incursión por el oculto pasadizo, el rey se entrevistó con Teresa y la propia sor Margarita a través de las rejas del locutorio de clausura. Quería comprobar que la hermosura de la joven era tal y como se la habían descrito. Al cerciorarse de que los rumores eran ciertos, dejó entrever que deseaba visitar a la novicia con cierta asiduidad. Teresa no sabía cómo cumplir el mandato que los padres de la muchacha le habían encomendado ni cómo podría negarse, a la vez, a los designios del rey. Lo único que tenía claro era que no iba a entregarla para que perdiera la honra, por mucho que fuera Felipe IV. Por otro lado, sor Margarita se encontraba horrorizada ante la idea de pasar a ser la nueva concubina de palacio. Lo poco que había podido vislumbrar detrás del embozo de su capa no le resultaba especialmente atractivo. Esa cara largada y fina de pronunciada barba y bigote, junto con unos labios excesivamente gruesos y sus ojos de pez, no eran paradigma precisamente de la seducción y distaba mucho del ideal de hombre con el que ella desearía desposarse algún día.

Felipe IV de castaño y plata (fragmento), 1635, Diego Velázquez, National Gallery, Londres

Al ver que la novicia pasaba las horas llorando desconsolada y amargamente por la resignación ante lo que parecía ser su futuro más cercano e irremediable, Teresa ideó un ingenioso plan que daría al traste con las pretensiones reales, a la par que quitaría las ganas de acercarse a los posibles pretendientes que se animaran a cortejar a la bella sor Margarita. Pocas noches después, el rey se reunió con don Jerónimo y con el encargado de guiarlos por el pasadizo que les conduciría ocultamente al interior del convento. Recorriendo la galería húmeda y oscura se percataron de que al fondo del túnel había un pequeño resquicio de luz al que se dirigieron intrigados. Quizá la joven novicia estaba advertida de la llegada del rey y había decidido esperarle dócilmente despierta. A medida que se acercaban la luz se hacía más fuerte y una especie de cánticos lastimeros empezaron a retumbar durante los últimos metros del pasillo. Los murmullos se hicieron más nítidos y se transformaban en cantos corales. Al doblar el último recodo del túnel se abrió ante sus ojos un espectáculo que los dejó estupefactos. Varias hileras de monjas portando cirios entonaban tristes letanías fúnebres. 

Torre de San Plácido y reloj que tocaba a difuntos, 1903, Hemeroteca B.N.E.

Entre ellas estaba también la priora y aunque el rey buscó con la vista a sor Margarita, la novicia se hallaba ausente de la comitiva de religiosas. Inmediatamente el rey preguntó por la bella joven y Teresa con gesto grave señaló una puerta. El rey se temía lo peor. Al abrir temerosamente la puerta el monarca se topó con un sencillo catafalco sobre el que yacía el joven cuerpo de sor Margarita aún rebosante de belleza y lozanía. Parecía estar dormida pero los cirios y el decorado siniestro no dejaban lugar a dudas. El rey sintió desfallecer y con la vista nublada se apoyó sobre el hombro de su compinche antes de abandonar el lugar por el mismo pasadizo corriendo como alma que lleva el diablo hasta llegar a sus aposentos en los que sin duda meditó sobre lo acontecido. Tan pronto se marcharon los embozados, la difunta sor Margarita se levantó del ataúd llorando de alegría mientras se abrazaba agradecida a la priora por haberla librado de la deshonrosa visita del rey. 

Cristo Crucificado, 1632, Diego Velázquez, Museo del Prado, Madrid

El plan de la astuta priora había dado resultado. Al dia siguiente, queriendo purgar sus pecaminosos impulsos, el rey mandó que llevaran un reloj que tiempo atrás habían solicitado las monjas de San Plácido, sin mucho éxito hasta ese momento, cuyas campanadas sonarían a funeral tañido dando las horas con sonido de requiem. Su arrepentida majestad encargaría además al genial Velázquez un cuadro, el famoso Cristo Crucificado, que debía ser terminado y enviado al convento con la máxima prontitud para decorar la sacristía. Dicho lienzo puede admirarse hoy expuesto en el Museo del Prado. En cuanto al reloj, cuenta la leyenda que dejó de tañir la llamada de difuntos desde el mismo momento en que fue cierto el fallecimiento de Dª Margarita...

lunes, 1 de marzo de 2021

El CONVENTO MALDITO de la PLAZA de STA. CRUZ

Fachada de la Iglesia de Sta. Cruz en c/Atocha nº6

Uno de mis rincones favoritos cuando me dejo llevar por los aledaños de la Plaza mayor, es la Plaza de Sta. Cruz con la iglesia homónima a un lado y el palacio del mismo nombre al otro. Centrándonos en el solar de la c/ Atocha nº6, donde hoy se yergue la iglesia con su llamativa torre rojiza de estilo neomudéjar que destaca sobre todo el entorno, hablaremos de la azarosa y maldita historia del edificio que ocupó previamente su espacio. La iglesia que vemos hoy, consagrada a la Exaltación de la Santa Cruz, data de finales del s. XIX y principios de s. XX.  Fue proyectada antes de su fallecimiento por Francisco de Cubas y González-Montes, el muy madrileño Marqués de Cubas, recordado además como arquitecto de la Catedral de la Almudena y efímero alcalde de la villa (su mandato duró solo 25 días), sucediéndole en el proyecto su discípulo Miguel de Olabarría. Se trata de una construcción ecléctica, que cuenta con una fachada de estilo neogótico y la antes mencionada torre, que ostentó el título de estructura más alta de la ciudad con 55 m. hasta la erección en la década de 1920 del Edificio Telefónica en la Gran Vía con 89’30 m.

             Retrato del Fco. de Cubas La Ilustración Católica 1886         Iglesia de Sta. Cruz Ilustración Española y Americana 1902
Pero, como antes dije, la historia que quiero tratar no tiene que ver con la iglesia del s. XX, sino con la construcción que ocupaba anteriormente el mismo solar, el desaparecido Convento y Colegio (pues en él se impartían estudios públicos) de Santo Tomás de los Padres Dominicos denominado también Colegio de Atocha pues su fachada principal, como la de la actual iglesia, daba a la calle de Atocha esquina con la actual plaza de Sta. Cruz. Erigido a mediados del siglo XVII, el conjunto, buen ejemplo de la arquitectura barroca española, lo componían un convento que hacía las funciones de colegio, un patio y una iglesia anexa de grandes dimensiones (la primitiva iglesia de la Santa Cruz que, antes de su derrumbe por ruina y añadirse al convento en 1869, estuvo situada en la cercana calle de la Bolsa).

Iglesia del Convento de Sto. Tomás, J. Laurent, c. 1870

Fundado a mediados del siglo XVI, como un gabinete destinado a la enseñanza teológica, dependiente de los dominicos del Real Monasterio de Nuestra Señora de Atocha, la primera mitad del siglo XVII significaría el momento de máximo esplendor para dicho convento. En 1626 quedó bajo el patronazgo del Conde Duque de Olivares, quien impulsó su total remodelación, con la construcción en 1636 de un edificio de nueva planta, en el que no se escatimaron medios. Unos años después comenzaría su leyenda maldita. Según los mentideros, antes de la construcción del edificio vivía en la finca un ermitaño errante. Cuando comenzaron las obras al pobre hombre lo desalojaron del solar de malas maneras, correspondiendo el misántropo vagabundo con el lanzamiento de una funesta maldición sobre todo edificio que se erigiera en aquel lugar que había sido su hogar. Verdad o leyenda, el caso es que la historia del Convento de Santo Tomás está repleta de hechos luctuosos.

Fachada del Convento de Sto. Tomás, c/Atocha, c. 1870
En 1652 tuvo lugar el primero de una serie de trágicos incendios, que obligó a reconstruir, casi por completo, tanto el convento como su iglesia. Una vez terminadas las obras, la gigantesca cúpula (según otras versiones, el altar mayor) se vino abajo en plena misa muriendo aplastadas más de ochenta personas. Corría el año 1726. En 1756 sufriría un nuevo incendio, aunque, en esta ocasión, no hubo grandes destrozos.

Incendio de la Iglesia de Sto. Tomás, 1872. Fotografia de grabado J.E. Casariego

En 1834 varios religiosos fueron asesinados dentro del convento, en el contexto de la revuelta popular conocida como la “Matanza de Frailes”, motín anticlerical que se produjo el 17 de Julio de ese mismo año. Ese día fueron asaltados varios conventos del centro de Madrid en los que fueron asesinados setenta y tres frailes y más de una decena resultaron heridos, a causa del rumor que se extendió por la ciudad de que la epidemia de cólera que la asolaba desde fines de junio se había producido porque el agua de las fuentes públicas había sido envenenada por los frailes. Hay que recordar que los hechos se sucedieron durante la 1ª Guerra Carlista, siendo el clero acérrimo partidario de los tradicionalistas y enemigo de los liberales, así se consideró a todo religioso espía en contra de las libertades del pueblo y por ende a las congregaciones grupúsculos de saboteadores y envenenadores.

La Degollación de los Frailes, R. Pulido, 1902

Dos años después, el convento sería desamortizado y las dependencias conventuales pasarían a tener un uso civil, como sede de diferentes organismos ministeriales y judiciales. La iglesia, en cambio, continuó dando servicio religioso y en 1869, como hemos indicado anteriormente, acogió a la vecina Parroquia de Santa Cruz, cuyo primitivo templo, ubicado entre la plaza y la calle de la Bolsa, desapareció durante la Revolución de 1868 (la Gloriosa o Septembrina) que supuso el destronamiento y exilio de Isabel II dando inicio al período denominado Sexenio Democrático (1868-1874).

Incendio de la Iglesia de Sto. Tomás, 1872. Fotografia de grabado J.E. Casariego

Así se mantendría el uso religioso del edificio hasta 1872, cuando se produjo el más terrible de sus incendios poniendo en jaque su ya fatigadísima estructura. En 1875 las autoridades tomaron la decisión de destruirlo, ante la amenaza de ruina. Sin embargo, el cúmulo de fatalidades no acabó ahí, ya que, durante el derribo, se hundió una de las bóvedas aplastando a ocho obreros y quedando otros cuatro sepultados que, afortunadamente, pudieron ser rescatados con vida.

Vista de la torre de la Iglesia de Sta. Cruz desde Edificio Telefónica. Fuente: madridiario

El solar maldito quedó unos años vacío, hasta que en 1889 comenzaron las obras de la actual Iglesia de Santa Cruz, que a pesar de los avatares sufridos durante la Guerra Civil, aún hoy sigue en pie sin percances. Parece ser que la maldición no se ha contagiado al nuevo templo. Esperemos que la historia no se repita.

martes, 23 de febrero de 2021

Los HABITANTES del ANTIGUO MUSEO del EJÉRCITO

Fachada del Salón de Reinos. Fotomontaje Cuarto Milenio

Revisando mis caóticas notas sobre posibles temas a tratar relacionados con las historias, anécdotas y leyendas de la Villa y Corte, me reencontré con la poco conocida historia de las apariciones fantasmales en el Salón de Reinos del antiguo Palacio del Buen Retiro, concretamente mientras fue sede del Museo del Ejército antes de su traslado al Alcázar de Toledo. En mis notas garabateadas se resume someramente la historia contada por Álvaro Martín (presentador en Onda Madrid del genial “Madrid Misterioso”) ante las cámaras de Cuarto Milenio (temporada 14, programa 554), pasando después por los testimonios de algunos testigos de los hechos (unos a cara descubierta, otros desde la penumbra), prestando especial atención a la narración del comandante J.A. Suárez, ex jefe de Área de Investigación Museo del Ejército, que tuvo a bien romper el silencio marcial sobre los fenómenos paranormales sucedidos en tan especial edificio durante su entrevista con Carmen Porter sobre “los moradores del Museo del Ejército”.

Detalle puerta de acceso del Salón de Reinos
Desde 1997 hasta 2010, año en que termina la actividad del Museo del Ejército en Madrid (fue trasladado a Toledo no sin cierta polémica que dura hoy día) se sucedieron incansables y numerosísimos fenómenos que siempre quedaron entre las cuatro paredes del hermético mundo castrense. Hasta que los testigos no pudieron callar más a pesar de los momentos de angustia y terror pasados. Según el testimonio desde la penumbra de una antigua limpiadora del edificio, la inmensa mayoría de sus compañeros y compañeras de trabajo veían y oían cosas raras, como por ejemplo a un grupo de niños corretear gritando por los pasillos y algunas salas del Museo a horas en que el edificio no estaba abierto al público.

Vista noreste del Salón de Reinos
La mayoría de testimonios son narrados por el gremio de vigilantes de seguridad durante cuyas rondas nocturnas las apariciones eran más frecuentes. Por ejemplo R. Molina que cuenta cómo se sentía siempre acompañado y observado durante sus paseos por las estancias o uno de sus compañeros que desde el anonimato cuenta cómo mientras estaba conversando con otro colega durante una guardia a las cuatro de la madrugada escucharon a un tercer interlocutor de ultratumba que se metía en su conversación y les contestaba nítidamente. Como para no estar aterrorizado. Pero también hay testimonios de militares como el de Simón J. Romero, brigada del Ejército de Tierra que estuvo destinado en el museo entre 1998 y 2003 y cuenta su encuentro con una figura sotanada,  incluso lo describe como un hombre de unos cincuenta y tantos años, de complexión gruesa, que se dirigía hacia él y de repente se esfumó ante sus ojos. El militar estaba convencido de que estas almas espectrales estarían atrapadas en el edificio y se tenían que dejar ver por algún motivo, porque realmente necesitarían ayuda. Quizá no fuera sólo el edificio sino que también el tipo de fondos allí expuestos (armas, uniformes, objetos relacionados con la guerra y la muerte en batalla) podrían tener mucho que ver con tales manifestaciones.

Figura sotanada. Fotomontaje del autor @juansanguinocollado

Como he anunciado más arriba, las notas más jugosas las aportó el comandante Suárez, que llegó al Museo  como Capitán y acabó como Comandante Jefe del Área de Investigación y Conservador Jefe del Departamento de Armas y Metales. Pasó 12 años en el Salón de Reinos con su “tranquilo” trabajo de historiador, estudiando y catalogando una ingente lista de fondos bélicos (refiere sorpresas como desenvainar armas y ver en ellos restos de sangre), eso sí, era raro el día que no sucedía algún hecho extraño. La continua desaparición de  fichas técnicas o encontrar la puerta de su despacho abierta a pesar de asegurarse concienzudamente de cerrarla a cal y canto (en su despacho había piezas de valor incalculable) lo pusieron sobre aviso. Y más aún tras compartir impresiones con los guardias de seguridad del turno de noche. Echando la vista atrás recuerda su primer despacho en la zona del sótano, claustrofóbico y sin ventilación, donde la energía era muy densa y notaba continuamente presencias que le observaban y se paseaban como sombras por un pasillo angosto y vacío. Puso en conocimiento de sus superiores los hechos pero nada se podía hacer.

La cosa no se limitaba al sótano. En cierta sala de la planta baja, planta de artillería, existían unos suntuosos cortinajes de terciopelo que se corrían y descorrían a voluntad, contraventanas movidas al compás de repentinas corrientes de aire, sensación de cambio extremo de temperatura al pasar de una sala a otra, ruidos de personas, pasos, corriendo por salas vacías… y así un largo catálogo de sucesos inexplicables. El mismo comandante fue testigo junto a una chica vigilante de seguridad de cómo, sobre las 12 del mediodía, en la planta noble del Salón de Reinos, concretamente en la Sala de Armas con suelo de parquet, escucharon ruido de niños correteando y riendo (fenómeno muy repetido), buscaron a la chiquillería por distintas salas y no encontraron nada.

Felice Gazzola con el Alcázar de Segovia al fondo. Retrato anónimo
Interesante es la aparición de un personaje encontrado por varias personas que, aunque no interactuaba con los testigos, era de sobra conocido por los asiduos del Museo. Se trataba de Felice Gazzola, el Conde Gazzola, militar y aristócrata italiano a las órdenes de Carlos III, Comandante General del Real Cuerpo de Artillería, fundador del Real Colegio de Artillería y Director del Real Colegio de Caballeros Cadetes de Segovia. Las crónicas cuentan que murió en Madrid a edad avanzada (81 años) y fue enterrado en la desaparecida iglesia de San Martín (derrumbada como otros tantos edificios por orden de José Bonaparte, alias “Pepe Plazuelas”). A los restos del conde se le pierden la pista, no así a su lápida que pasó al Convento de la Trinidad, luego al MAN y de ahí al Museo de Artillería, germen del Museo del Ejército. Parece ser que el conde se aparecía en la sala donde estaba expuesta su lápida sepulcral. Un soldado que hacía las labores de vigilante a la hora de cierre, vio a un caballero de pelo largo y cano, vestido como de otra época,  al que indicó el cierre y la necesidad de desalojar la sala. El caballero hizo caso omiso y el soldado, apresurado por su tarea, decidió seguir con su ronda.  Al día siguiente el soldado se percató de que en la misma sala estaba expuesto un retrato del Conde Gazzola al que inmediatamente reconoció como el caballero con el que se había cruzado el día anterior. 

Lápida sepulcral del Conde Gazzola. Museo del Ejército. Madrid

Sin embargo no es el único aparecido. El comandante habló de la conocida por las gentes del Museo como la “Dama de Rojo”, estilizada figura femenina de extraordinaria belleza, largo pelo negro y traje de época de color rojo que se suele pasear por la 2ª planta de Ingenieros. Esta dama sí interactúa. En una ocasión, un vigilante hacía la ronda por la planta superior acompañado por una amiga que había ido a visitarle mientras otro compañero vigilante hacía la ronda  por la planta baja. Cuando el vigilante y la chica se encontraban en la zona de la Guerra de la Independencia la joven entró en pánico y se desmayó, no sin antes contar que se le había aparecido de la nada una dama vestida de rojo y le había susurrado al oído que tuviera cuidado con los hombres, que no tenían buenas intenciones. Tras el susto salieron a relucir historias de una joven que se había suicidado por amor arrojándose por las escaleras del mismo edificio en el siglo XIX.

La Dama de Rojo, fotomontaje del autor @juansanguinocollado
De unas notas tan deslavazadas espero haber sacado una historia legible y haber picado la curiosidad de quien tenga a bien investigar tras estas líneas sobre el desconocido caso del antiguo Museo del Ejército de Madrid. Lástima que el edificio esté cerrado al público. Pero hay esperanza pues entra dentro del proyecto de Norman Foster y Carlos Rubio para la ampliación del Museo del Prado como sala de exposiciones. Quién sabe si los fenómenos volverán o si saldrán a la luz nuevas historias que harán difícil conciliar el sueño.

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