jueves, 16 de abril de 2020

QUEVEDO y la REINA COJA

Retrato de Quevedo, Fco. Pacheco, 1618
Una de las incontables anécdotas, y no por conocida menos atrevida, atribuidas al chistoso y provocador poeta madrileño D. Francisco de Quevedo es la que nació en una taberna frecuentada por el literato y donde eran frecuentes los cotilleos y habladurías de la corte.  En una de estas conversaciones surgió el tema de la discapacidad física de la reina Isabel de Borbón (algunos adjudican erróneamente la anécdota a Mariana de Austria, segunda esposa de Felipe IV, pero sería reina consorte años después de muerto el poeta) que sufría de cierta cojera indisimulable. Su majestad no era objeto de burla sólo por su defecto físico sino también por su mal genio, acrecentado por las mofas del respetable. Ni corto ni perezoso, Quevedo, gran maestro del insulto sutil y de los más audaces e insolentes juegos de palabras, apostó con sus amigotes que sería capaz de llamar "coja" a la reina en su propia cara sin que ésta se ofendiese ni él mismo incurriese en grave desacato (ya sabemos que sus chanzas le costaron destierros y estancias en la cárcel más de una vez). Al parecer, la suma monetaria del desafío ascendía a "Mil dineros a los que el Marqués de Calatrava, añadiría otros mil si el de Santiago llegaba a tener éxito en su empresa" y a una opípara cena. Sus colegas de farra, tras reírse largo y tendido, aceptaron, creyéndose fácilmente ganadores.

Retrato de Isabel de Borbón, Diego Velázquez, 1620
Cierto día, aprovechando que había sido invitado a una recepción en el Real Alcázar, el poeta conceptista acudió a palacio con un vistoso ramo formado por dos tipos de flores: claveles blancos y rosas rojas. Estando toda la corte reunida y ante tan noble público, lo ofreció a la reina para que gozara de su aroma y, haciendo una reverencia, soltó a la soberana: "Señora, traigo lo que solo es un anticipo del ramo que os traeré. Desconociendo vuestra flor favorita, entre el clavel blanco y la rosa roja, su majestad escoja".

Quevedo recitando ante Felipe IV, Joaquin Turina y Areal (1847–1903)
Según algunas versiones la de Fontainebleau no fue consciente del cachondeo que se traía el rimador que, haciendo uso del calambur (juego de palabras en el que se modifica el significado de una frase o palabra colocando de forma distinta sus sílabas) superó claramente el reto. Otras versiones cuentan por el contrario que su alteza no era tonta y, haciendo de tripas corazón, tiró de ingenio y respondió al escritor: "Que soy coja ya lo sé, y la rosa roja escogeré", quedando el burlador burlado aunque justo ganador de tan espléndida recompensa.

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