lunes, 27 de abril de 2020

Ni ÍCARO ni LUCIFER, ACCIDENTE AÉREO


Primer plano de la escultura Accidente Aéreo
En una azotea entre las calles Mayor y Milaneses se alza (o cae) la estatua de un enorme ángel verde con las alas extendidas y los brazos torsionados, estampada contra el parapeto de un balcón. La escultura, hecha en bronce, pesa más de 300 kg. Fue instalada en 2005 desde una enorme grúa, poniéndose especial cuidado en el anclaje, ya que su peculiar posición la hace muy sensible a la meteorología, sobre todo al viento. Fue un encargo al escultor Miguel Ángel Ruiz Beato por parte de los propietarios del edificio, clientes y amigos del artista.

Vista de la escultura desde el arco de c/ Ciudad Rodrigo
La obra se titula "Accidente Aéreo" y, según su autor no se trata de Ícaro, ni de Lucifer, sino de "un aviador distraído". La estatua corresponde a "un ser que ha estado sobrevolando la península desde tiempos inmemoriales, hace más de 10 000 años. Cuando vuelve, en el curso de su vuelo, decide volar de espalda, mirando hacia el cielo y jugueteando con las nubes. Puesto que antaño solo existían extensos prados, inesperadamente se topa con el moderno Madrid de los rascacielos y se estrella contra uno de sus edificios. El resultado es este accidente; una escultura del despiste, una estatua pre-Samur".

Vista de la obra desde la c/ Mayor esquina c/ Milaneses
Ante las coincidencias artísticas, Ruiz señaló en alguna entrevista (ABC, 29 de Abril 2012) que "La figura es muy parecida al logo del sello discográfico de Led Zeppelin, Swan Song. Yo lo conocía, pero cuando diseñé la escultura no estaba pensando en él. No sabes muy bien dónde tienes las imágenes cuando surgen".

Logotipo de Swan Song Records, 1974
El logo de Swan Songs Records forma parte del la simbología "zeppeliniana", que muchos veneramos, en su merchandising, posters, camisetas, colgantes... Un ángel que cae en pleno vuelo, tomado prestado de la pintura Evening: The Fall of Day (1869) del pintor William Rimmer. Inspirado en el dios mitológico griego Apolo, el original está pintado en técnica mixta de carboncillo y óleo.

Evening: The Fall of Day, William Rimmer, 1869, Museum of Fine Arts, Boston
Realmente, Swan Song Records hizo honor a su nombre: Su traducción del inglés es "canto del cisne", el canto que hace antes de morir. Nació por la banda, y no mucho después, desapareció con ella, aunque nunca del todo. Aún hoy, permanece como símbolo de los Zeppelin, y ese "ángel que cae" reaparece cada vez que se reeditan sus discos, siempre inmortales y oníricos.

Tarjeta de agradecimiento, Swan Song Records, 1977
"Accidente Aéreo" es una escultura "algo mayor al tamaño natural, como un 20% mayor", asegura su autor, que lamenta la ubicación de la obra. "Desde abajo, desde la Calle Mayor, no se ve el rostro del personaje, y se pierde la sensación del leñazo que se está dando". Si hay que señalar una constante en su obra, en palabras del mismo artista, es claramente "la sensación de que en todo hay algo de fracaso". Por eso, en "Accidente Aéreo", el brazo de aviador está tan retorcido: "Quería hacer hincapié en la hostia, distanciarlo del Ángel Caído. Lo de la culpa judeocristiana me parece un coñazo, nada más lejos de mi intención, esto es un accidente, un fracaso cotidiano, uno de tantos" (El País, 11 de Agosto 2007). 

Primer plano desde la azotea. Foto Guillermo Llona (ABC)
Este ser alado no promueve ninguna enseñanza moral superficial ni inoportuna. En esta expresión artística no hay desobediencia al ser supremo ni su consiguiente castigo. La alegoría de esta escultura es mucho más mundana. Es un mito más prosaico, más cotidiano, como una simple crónica de sucesos o un chiste malo: iba un señor volando tan tranquilo y se estrelló. El mensaje: si algo puede salir mal, saldrá mal, sic transit gloria mundi... That´s all folks, eso es todo amigos...

viernes, 24 de abril de 2020

GIGANTE AÉREO surcando MADRID

Postal publicitaria del Hotel Nacional. Timbrada en 1933
Nuestra historia comienza con el asombro ojiplático de las gentes de Madrid ante la aparición en sus cielos de un gigantesco zepelín. La Villa y Corte vivió en la década de los años 1930 su particular idilio con este tipo de monstruos aéreos. El más célebre de todos los dirigibles fue sin duda alguna el Graf Zeppelin (LZ 127), sin menospreciar al malogrado y tristemente famoso  Hindenburg (LZ 129). 

Croquis de compartimentos del Graf Zeppelin LZ 127, 1928
Foto vuelo inaugural del Graf Zeppelin, 18 de Septiembre de 1928
Puente de mando del Graf Zeppelin, 1928
El Graf Zeppelin, llamado así en homenaje al pionero de la aeronavegación alemana Ferdinand von Zeppelin, quien alcanzó el rango de "Graf" ("conde") en la nobleza germánica (según el uso alemán la partícula "von" del nombre se omite cuando se emplea un título como "Graf"),  era un enorme pájaro de 236,6 m de longitud y un volumen de 105.000 m³, propulsado por  5 motores Maybach de 550, repleto de hidrógeno en sus entrañas y que tenía la capacidad de transportar con todas las comodidades a una veintena de pasajeros en viajes intercontinentales. Era capaz de trasladar 60 toneladas de peso y operar vuelos entre Europa y América, consiguiendo cruzar el Atlántico en decenas de ocasiones y realizar tanto viajes alrededor del planeta como incluso vuelos polares. Batió incluso el récord de vuelo sin tocar tierra, estableciéndolo en 128 horas.

Cocinas y comedor del Graf Zeppelin, 1928
Camarotes del Graf Zeppelin, 1928
Sala de descanso de pasajeros del Graf Zeppelin, 1928
El Graf Zeppelin recorrió todo el mundo desde 1928 en rutas que iban desde Europa hasta América, incluso sobre el Polo Norte. En esas rutas, dio la vuelta al mundo en varias ocasiones y sobrevoló España, lo que se convertía en momento muy especial para quienes contemplaban sorprendidos la llegada del gigante aéreo. Por suerte quedó  para el recuerdo diverso material gráfico del paso de este dirigible, sobre todo de su paso por Madrid, que se han convertido en auténticas piezas de coleccionismo para amantes de la edad de oro de las aeronaves rígidas. No podemos dejar de nombrar aquí a uno de nuestros más grandes genios científicos, Leonardo Torres Quevedo, que plasmó su amor por las alturas en el diseño y creación de varios dirigibles de éxito internacional que pusieron a España a la vanguardia de la ingeniería aeronáutica.

Graf Zeppelin sobrevolando la Gran Vía (Foto: Alfonso)
 Ejemplo de la expectación y asombro que provocó el vuelo del gigante teutón sobre España quedaron reflejados el 21 de Septiembre de 1932 en distintos diarios hispánicos como en el diario republicano Luz:

Portada y artículo ampliado. Luz, diario de la República, 21 de Septiembre de 1932

LUZ Diario de LA REPÚBLICA Miércoles 21 de Septiembre de 1932
ESTA MAÑANA VOLÓ SOBRE MADRID EL «GRAF ZEPPELÍN»

A las siete [y minutos] de la mañana de hoy el vecindario madrileño se vio sorprendido con la presencia sobre la capital del "Graf Zeppelín". El ruido de los motores de la aeronave despertó la curiosidad de mucha gente, que se asomó a los balcones o se lanzó a la calle para contemplar al enorme aparato. El "Zeppelín" regresa, como se sabe, de América, y ayer fue registrado su paso por Tenerife. Voló sobre Madrid muy bajo, y la gente se detuvo en las calles para admirarlo. En cuanto fue advertida su presencia, se elevaron cuatro aparatos en Cuatro Vientos, que escoltaron al "Zeppelín" durante sus evoluciones sobre Madrid. Apareció por la parte sur y llegó hasta el norte de la capital. Evolucionó por los Cuatro Caminos a la hora citada, en que en dicha barriada hay gran animación por ser el momento en que los obreros acuden al trabajo. Después voló sobre Vallehermoso, volvió hacia el centro de la población y dio otra vuelta y desapareció por la Prosperidad, rumbo nordeste. Como hemos dicho, la aeronave volaba bajísima y era fácil distinguir a los viajeros, que saludaban a los millares de curiosos que contemplaban al "Graf Zeppelin"…

      Video sobre distintos vuelos realizados por el Graf Zeppelin de 1928 a 1939

Fotografías del Graf Zeppelin sobrevolando Madrid, 1932
La tradición de los dirigibles españoles, iniciado por el genio antes mencionado Torres Quevedo, murió con los dos últimos ejemplares destruidos en 1937 en la Casa de Campo de Madrid en un ataque de la aviación franquista. Avistados en tierra y con unas simples ráfagas en seguida fueron envueltos en llamas. Los dirigibles de otras naciones que habían sobrevivido a distintos accidentes fueron finalmente retirados, entre ellos el protagonista de esta historia, el Graf Zeppelin, desmontado por orden del Comandante en jefe de la Luftwaffe, el Reichsmarschall Hermann Göring en marzo de 1940 para la reutilización de su aluminio, absolutamente necesario para la industria armamentística nazi…

lunes, 20 de abril de 2020

CALLE del 7 de JULIO


Placa de azulejos de la Calle del 7 de Julio. Taller de Alfonso Ruiz de Luna
No, el nombre de esta calle no tiene nada que ver con la festividad de San Fermín. La Calle del 7 de Julio (antiguamente Calle de La Amargura), una de las vías de acceso a la Plaza desde la Calle Mayor, nos recibe con unos relieves angélicos que custodian una lápida en la que podemos leer "a los héroes del 7 de julio de 1822". Tanto el nombre de la pequeña calle como la lápida custodiada por sus ángeles recuerdan el acto heroico que tuvo lugar allí mismo el citado día, cuando el orden constitucional fue defendido por miembros de la Milicia Nacional, en representación del pueblo de Madrid fiel a la Constitución de 1812, tras la sublevación de cuatro batallones de la Guardia Real y parte del ejército dirigidos por el infame Fernando VII, el Rey Felón, en un nuevo intento de someter a la nación al más oscuro y retrógrado absolutismo.

Placa Conmemorativa A LOS HÉROES DEL 7 DE JULIO DE 1822
El cronista y bibliotecario perpetuo de la Villa, Mesonero Romanos, resumió así los hechos:  "...teatro memorable en la mañana del 7 de julio de 1822, en que se trabó una reñida acción entre la Milicia Nacional y la Guardia Real, sosteniendo aquella la Constitución y ésta el rey absoluto; de que resultó vencedora aquella en las calles de la Amargura, de Boteros y callejón del Infierno, que llevaron, después por algún tiempo, los nombres del Siete de julio, del Triunfo y de la Milicia Nacional".

Calle del 7 de Julio y arco de acceso a la Plaza Mayor
Benito Pérez Galdós inmortalizó los hechos de ese día en la segunda serie de sus Episodios Nacionales, concretamente en la quinta novela, titulada de manera homónima "7 de Julio". Escrita entre octubre-noviembre de 1876 y publicada ese mismo año, narra el frustrado intento absolutista de golpe militar que con apoyo del rey traidor provocó la sublevación de la Guardia Real y parte del ejército perpetrada en 1822 contra el gobierno de las Cortes constitucionales del llamado Trienio Liberal (1820–1823).

Ilustración de Los Episodios Nacionales, 7 de Julio, Galdós, 1884
Esos tres años de gobierno liberal precedentes estuvieron, en palabras del escritor, "marcados por las intrigas anticonstitucionales del Rey con su camarilla, el confesor Víctor Sáez, el conde de Moy, el marqués de las Amarillas y los duques del Infantado y Castroterreño". Poco quedaba ya, si es que alguna vez lo hubo, de las palabras reales "marchemos francamente, y yo el primero, por la senda constitucional" pronunciado dos años antes. El Rey Felón, obligado a aceptar la imposición decretada por la Junta Provisional Consultiva, aprovechó durante meses las diferencias entre liberales moderados y radicales. Ese mismo 7 de julio, capaz de cualquier cosa, planeaba culminar sus intrigas con un sencillo plan: apoyar el levantamiento de la Guardia Real y, recuperando el poder absoluto del trono, devolver al país a la situación previa a 1820, borrando a cañonazos el nuevo período constitucional.

Retrato D.N JUAN PALAREA El Médico  Coronel de los Reales Exercitos. M. Brandi, 1816
Para llevar a cabo su golpe y envalentonado por el apoyo del clero, la nobleza y los militares, el Rey comenzó por ordenar el secuestro de los ministros y del Presidente del Consejo. Con las autoridades  bajo control, los cuatro batallones de Guardias entraron en la capital al son de sus ruidosos tambores, y dando vivas al Rey absoluto, pero pronto les plantó cara la Milicia Nacional, comandada por generales leales (como Juan Palarea El Médico o Fco López Ballesteros entre otros) e integrada por las gentes más humildes y la burguesía progresista. El resultado fue desastroso para los altivos golpistas, la sangre corría entre la mayoría de los profesionales de la Guardia Real, eran masacrados.

Grabado del 7 de Julio de 1822. Luchas en la Plaza Mayor.
Los que pudieron salvarse de la escabechina, se reagruparon en la Puerta del Sol, con la intención de llegar al Palacio Real para proteger al monarca instigador de todo aquello. Pero el absolutista se cagó de miedo. "Una bala de fusil penetró por una ventana, por lo que envió un mensajero para pedirle que cesase el fuego" describe Galdós. Si no mandaba a los soldados sublevados que se rindieran, las bayonetas de los libres penetrarían hasta su real cámara, por lo que Fernando VII se rindió al miedo, y a la cobardía. El absolutismo había sido derrotado y el golpe, un fracaso. "El rey era absolutista, el gobierno moderado, el congreso democrático, había nobles anarquistas y plebeyos serviles. El ejército era en algunos cuerpos liberal y en otros realista y la Milicia abrazaba en su vasta muchedumbre a todas las clases sociales" resume el escritor. Sus ambiciones eran tan obvias como su miedo, que fue lo que finalmente le hizo fracasar. No obstante, el monarca sobreviviría injustamente a muchos.
Retrato de Fernando VII, Leonardo Alenza, 1830
Los patriotas gritaban en las calles "¡Viva la Milicia Nacional!". La capitulación fue pactada en la Casa de la Panadería de la Plaza Mayor, donde los cuatro batallones de la Guardia Real entregaron las armas, gracias tanto a los milicianos y los generales que desmontaron el plan de la Guardia Real como al Ayuntamiento de Madrid, que organizó el abastecimiento de las tropas de la Milicia Nacional que se enfrentaron a las fuerzas golpistas y evitaron la caída de la Constitución…

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