lunes, 1 de marzo de 2021

El CONVENTO MALDITO de la PLAZA de STA. CRUZ

Fachada de la Iglesia de Sta. Cruz en c/Atocha nº6

Uno de mis rincones favoritos cuando me dejo llevar por los aledaños de la Plaza mayor, es la Plaza de Sta. Cruz con la iglesia homónima a un lado y el palacio del mismo nombre al otro. Centrándonos en el solar de la c/ Atocha nº6, donde hoy se yergue la iglesia con su llamativa torre rojiza de estilo neomudéjar que destaca sobre todo el entorno, hablaremos de la azarosa y maldita historia del edificio que ocupó previamente su espacio. La iglesia que vemos hoy, consagrada a la Exaltación de la Santa Cruz, data de finales del s. XIX y principios de s. XX.  Fue proyectada antes de su fallecimiento por Francisco de Cubas y González-Montes, el muy madrileño Marqués de Cubas, recordado además como arquitecto de la Catedral de la Almudena y efímero alcalde de la villa (su mandato duró solo 25 días), sucediéndole en el proyecto su discípulo Miguel de Olabarría. Se trata de una construcción ecléctica, que cuenta con una fachada de estilo neogótico y la antes mencionada torre, que ostentó el título de estructura más alta de la ciudad con 55 m. hasta la erección en la década de 1920 del Edificio Telefónica en la Gran Vía con 89’30 m.

             Retrato del Fco. de Cubas La Ilustración Católica 1886         Iglesia de Sta. Cruz Ilustración Española y Americana 1902
Pero, como antes dije, la historia que quiero tratar no tiene que ver con la iglesia del s. XX, sino con la construcción que ocupaba anteriormente el mismo solar, el desaparecido Convento y Colegio (pues en él se impartían estudios públicos) de Santo Tomás de los Padres Dominicos denominado también Colegio de Atocha pues su fachada principal, como la de la actual iglesia, daba a la calle de Atocha esquina con la actual plaza de Sta. Cruz. Erigido a mediados del siglo XVII, el conjunto, buen ejemplo de la arquitectura barroca española, lo componían un convento que hacía las funciones de colegio, un patio y una iglesia anexa de grandes dimensiones (la primitiva iglesia de la Santa Cruz que, antes de su derrumbe por ruina y añadirse al convento en 1869, estuvo situada en la cercana calle de la Bolsa).

Iglesia del Convento de Sto. Tomás, J. Laurent, c. 1870

Fundado a mediados del siglo XVI, como un gabinete destinado a la enseñanza teológica, dependiente de los dominicos del Real Monasterio de Nuestra Señora de Atocha, la primera mitad del siglo XVII significaría el momento de máximo esplendor para dicho convento. En 1626 quedó bajo el patronazgo del Conde Duque de Olivares, quien impulsó su total remodelación, con la construcción en 1636 de un edificio de nueva planta, en el que no se escatimaron medios. Unos años después comenzaría su leyenda maldita. Según los mentideros, antes de la construcción del edificio vivía en la finca un ermitaño errante. Cuando comenzaron las obras al pobre hombre lo desalojaron del solar de malas maneras, correspondiendo el misántropo vagabundo con el lanzamiento de una funesta maldición sobre todo edificio que se erigiera en aquel lugar que había sido su hogar. Verdad o leyenda, el caso es que la historia del Convento de Santo Tomás está repleta de hechos luctuosos.

Fachada del Convento de Sto. Tomás, c/Atocha, c. 1870
En 1652 tuvo lugar el primero de una serie de trágicos incendios, que obligó a reconstruir, casi por completo, tanto el convento como su iglesia. Una vez terminadas las obras, la gigantesca cúpula (según otras versiones, el altar mayor) se vino abajo en plena misa muriendo aplastadas más de ochenta personas. Corría el año 1726. En 1756 sufriría un nuevo incendio, aunque, en esta ocasión, no hubo grandes destrozos.

Incendio de la Iglesia de Sto. Tomás, 1872. Fotografia de grabado J.E. Casariego

En 1834 varios religiosos fueron asesinados dentro del convento, en el contexto de la revuelta popular conocida como la “Matanza de Frailes”, motín anticlerical que se produjo el 17 de Julio de ese mismo año. Ese día fueron asaltados varios conventos del centro de Madrid en los que fueron asesinados setenta y tres frailes y más de una decena resultaron heridos, a causa del rumor que se extendió por la ciudad de que la epidemia de cólera que la asolaba desde fines de junio se había producido porque el agua de las fuentes públicas había sido envenenada por los frailes. Hay que recordar que los hechos se sucedieron durante la 1ª Guerra Carlista, siendo el clero acérrimo partidario de los tradicionalistas y enemigo de los liberales, así se consideró a todo religioso espía en contra de las libertades del pueblo y por ende a las congregaciones grupúsculos de saboteadores y envenenadores.

La Degollación de los Frailes, R. Pulido, 1902

Dos años después, el convento sería desamortizado y las dependencias conventuales pasarían a tener un uso civil, como sede de diferentes organismos ministeriales y judiciales. La iglesia, en cambio, continuó dando servicio religioso y en 1869, como hemos indicado anteriormente, acogió a la vecina Parroquia de Santa Cruz, cuyo primitivo templo, ubicado entre la plaza y la calle de la Bolsa, desapareció durante la Revolución de 1868 (la Gloriosa o Septembrina) que supuso el destronamiento y exilio de Isabel II dando inicio al período denominado Sexenio Democrático (1868-1874).

Incendio de la Iglesia de Sto. Tomás, 1872. Fotografia de grabado J.E. Casariego

Así se mantendría el uso religioso del edificio hasta 1872, cuando se produjo el más terrible de sus incendios poniendo en jaque su ya fatigadísima estructura. En 1875 las autoridades tomaron la decisión de destruirlo, ante la amenaza de ruina. Sin embargo, el cúmulo de fatalidades no acabó ahí, ya que, durante el derribo, se hundió una de las bóvedas aplastando a ocho obreros y quedando otros cuatro sepultados que, afortunadamente, pudieron ser rescatados con vida.

Vista de la torre de la Iglesia de Sta. Cruz desde Edificio Telefónica. Fuente: madridiario

El solar maldito quedó unos años vacío, hasta que en 1889 comenzaron las obras de la actual Iglesia de Santa Cruz, que a pesar de los avatares sufridos durante la Guerra Civil, aún hoy sigue en pie sin percances. Parece ser que la maldición no se ha contagiado al nuevo templo. Esperemos que la historia no se repita.

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