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La legendaria Cuba del Francés |
Dos de mayo de 1808. El pueblo madrileño gestó
espontáneamente un gran levantamiento popular contra el invasor francés,
improvisando soluciones a las necesidades de la lucha callejera. Se
constituyeron partidas de barrio comandadas por improvisados cabecillas que
buscaban un desesperado aprovisionamiento de armas, ya que únicamente contaban
con sus afiladas navajas. Sobre todo imperaba la necesidad de impedir la
entrada en la ciudad de nuevas tropas francesas, para ello, el pueblo de Madrid
intentó hacerse con el control de las puertas de acceso a la ciudad. Sin
embargo, el grueso de las tropas napoleónicas (unos 30 000 soldados) comandadas
por Murat había penetrado y se dirigía hacia el centro de Madrid.
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Tarjeta postal que representa el 2 de Mayo de 1808 en la Puerta del Sol. Finales sg. XIX |
Para
hacerles frente, vecinas y vecinos siguieron luchando durante toda la jornada
utilizando cualquier objeto que fuera susceptible de servir de arma, como
piedras, agujas de coser o macetas arrojadas desde los balcones. Así, los
acuchillamientos, degollamientos y detenciones se sucedieron en una jornada
sangrienta que provocó las represalias de mamelucos y lanceros napoleónicos que
extremaron su crueldad con la población y varios cientos de madrileños, hombres
y mujeres, sin distinción de edad, como reflejaría Goya años después, en su
lienzo El dos de mayo de 1808 en Madrid, también llamado La carga de los
mamelucos en la Puerta del Sol.
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El dos de mayo de 1808 en Madrid, Fco. de Goya, 1814 |
Según cuenta la leyenda durante esos días varios vecinos del
barrio de Lavapiés inflamados por el odio a Francia se toparon con un soldado
francés que deambulaba, despistado por los alrededores del antiguo Convento de
la Merced (hoy plaza de Tirso de Molina). Una improvisada emboscada que les
salió redonda ya que, dada su superioridad numérica, no les resultó difícil
rodearlo y acabar con su vida.
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Malasaña y su hija, detalle. Eugenio Álvarez Dumont, 1887 |
Pero
debían esconder el cadáver. Los patriotas intuyeron que si una patrulla francesa
encontraba el cuerpo de su compañero las represalias serían terriblemente
contundentes y pagarían inocentes. Apremiados por la necesidad buscaron
esconder el cuerpo lo más cerca y rápido posible. Fue entonces cuando las
miradas se dirigieron a la bodega hoy conocida como la Taberna de Antonio
Sánchez en la calle Mesón de Paredes nº 13. En su planta inferior contaba con
una cueva con enormes tinajas donde se almacenaba el vino presentándose el
escondite ideal. Introdujeron el cuerpo del soldado en la tinaja número seis y
allí lo dejaron reposar per secula seculorum.
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Taberna de Antonio Sánchez. C/ Mesón de Paredes nº 13 |
Desde
luego, nadie osó levantar la tapa de semejante tinaja mientras duró la invasión
francesa de nuestra tierra. El vino de aquella tinaja, que pronto se bautizó
como la cuba del francés, fue pronto apreciado por los parroquianos del local,
la mayoría ignorante de lo que había dentro, pero que lo pedía sin cesar. Y
cuando al cabo de seis años, la guerra terminó, el que podía recordar ya no
vivía, y el que vivía había olvidado. El caso es que durante mucho tiempo el
vino procedente de esa barrica no sólo se estuvo consumiendo sino que además
era alabado por su especial sabor. Vino tan famoso el de esas cubas que por su
calidad o por patriótico humor negro, se le llamó con orgullo el “vino del
francés”. Ni siquiera se le quitó al respetable las ganas de seguir bebiendo
cuando comenzaron a aparecer hebillas y botones...
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