viernes, 27 de marzo de 2020

CALLE de la ESPADA y CALLE de la ESGRIMA


Placa de azulejos de la Calle de la Espada. Taller de Alfonso Ruiz de Luna
La Calle de la Espada es una vía urbana ubicada en el Barrio de Embajadores, en Madrid. Mide 115 metros, y recorre la distancia entre la Plaza de Tirso de Molina y la Calle de la Esgrima. La historia viene del siglo XVII en el que allí existía una casa conocida por la Casa del Inquisidor. En ella un maestro de esgrima tenía alquilado el patio interior en el que impartía su oficio. Por ese motivo decidió colgar de una cadena, una gigantesca espada, en el exterior de la casa, como reclamo para que los viandantes pudieran localizar su negocio.


De la Verdadera Destreza Jerónimo Sánchez Carranza, 1569
En aquellos tiempos, la escuela española de esgrima con espada ropera era denominada Verdadera Destreza y se fundaba en las bases teóricas establecidas por Jerónimo Sánchez de Carranza en su obra De la Filosofía de las Armas y de su Destreza y la Aggression y Defensa Cristiana, publicada en 1569. Dichos principios fueron recogidos y perfeccionados por Luis Pacheco de Narváez, maestro de armas de Felipe IV de España, que publicó hasta once tratados de esgrima, siendo los más relevantes el Libro de las grandezas de la espada (1600), Cien conclusiones sobre las armas (1608) y Nueva Ciencia y Filosofía de la destreza de las armas (1632). Otros tratados importantes fueron el Compendio de los fundamentos de la verdadera destreza (1672) de Fco. Antonio de Ettenhard o Nobleza de la Espada (1702) de Fco. Lorenz de Rada.
Fco A. de Ettenhard, Compendio de los fundamentos de la verdadera destreza, 1672
A pesar de que nuestro instructor de esgrima tenía célebres alumnos, como la familia Lope de Vega, su situación financiera no era demasiado boyante, por lo que cuando el dueño del edificio decidió tirarlo abajo para construirlo de nuevo, se quedó con aquella gigantesca espada rapière (o ropera, arma de dimensiones considerables ya que algunas hojas superaban largamente el metro de longitud) que en teoría había pertenecido a un par de Francia, como pago de una deuda contraída con el maestro.

Nobleza de la Espada, Fco. Lorenz de Rada, 1705

Al parecer las obras fueron paradas por un litigio que el propietario mantuvo con los frailes de la Merced, sobre la medianera del edificio que intentaba demoler. Por tal motivo la espada quedó suspendida en aquel corral que "tomó la denominación de corral de la espada" (Fernández de los Ríos. Guía de Madrid, 1876.) y de ahí pasaría a nombrarse la calle de la Espada. El maestro de esgrima mientras tanto, y dado que no quería perder a su clientela, convenció a un anciano vecino mercader de libros que le alquilara, por veinte ducados al año, un patio abierto de su propiedad, muy próximo al lugar donde había estado dando sus clases.

Le duel à l´épée , Jacques Callot (1592-1635)


El sonido de los aceros chocando provocó pronto que los residentes más curiosos se agolparan en la tapia del patio, para ver las clases que impartía el maestro. Pronto la algarabía de gente provocó que la calle fuera conocida a partir de entonces como la calle de la Esgrima y que las calles aledañas se llenaran de aficionados para medir sus habilidades con la espada con los alumnos del afamado maestro entre los que se encontraban, por ejemplo, los pajes del duque de Lerma, valido de Felipe III.

Placa de azulejos de la Calle de la Esgrima. Taller de Alfonso Ruiz de Luna

Esto provocó que las autoridades se vieran obligadas a impedir el paso a la zona de cualquier persona armada que no estuviera relacionado con la escuela. Y de aquella escuela quedó el nombre a la calle, calle de la Esgrima que nace en la vecina calle de Jesús y María y termina en la calle Mesón de Paredes, anticipo del muy castizo barrio de Lavapiés.
XII Duque de Alba por Anton Raphael Mengs, 1769
Años después, el maestro de esgrima cerró su escuela, pero su recuerdo quedaría aún para la posteridad tanto por el nombre de ambas calles como por la espada inicial, la cual estuvo muchos años más colgada de su cadena, hasta que el duodécimo Duque de Alba, Fernando de Silva y Álvarez de Toledo, hombre ligado a la cultura, decidió comprarla e incluirla en su colección personal, atraído por el carácter histórico del arma...

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