jueves, 14 de mayo de 2020

El FANTASMAGÓRICO PALACIO de CAÑETE

Foto publicitaria del ilusionista Henri Robin, 1863
La Villa y Corte siempre ha sido imán para los fenómenos paranormales. Una de las historias de fantasmas más conocidas de Madrid nos conduce al número 69 de la calle Mayor, a un magnífico caserón tardo renacentista denominado el Palacio del Marqués de Camarasa (desde 2010 Centro Sefarad-Israel) más conocido como el Palacio de Cañete. Son muchos los testimonios que aseguran haber visto luces que se encienden y se apagan e, incluso, haber escuchado ruidos extraños y movimientos de muebles en habitaciones completamente vacías. Fenómenos poltergeist (del alemán poltern, hacer ruido, y Geist, fantasma) atribuidos a un misterioso asesinato ocurrido en el inmueble allá por el siglo XVII.

Palacio de Cañete, c/ Mayor 69
Palacio de Cañete (XXXIV) Plano de Texeira, 1656
Tomando como punto de referencia al cronista y dramaturgo Jerónimo Barrionuevo de Peralta (1587- 1671) nos encontramos con su obra Avisos (1654- 1658), cartas dirigidas al deán de Zaragoza con la intención de mantenerlo informado de todo cuanto ocurría en la Corte de Felipe IV. Estos Avisos, históricamente valiosísimos, transmiten detallada información sobre la vida y costumbres de la familia real y la nobleza, los sucesos económicos y políticos, vida religiosa, las creencias y las supersticiones, la literatura y cultura, las fiestas y el teatro, los sucesos delictivos, los grupos marginales y, en suma, el día a día de la sociedad madrileña de la época.

Avisos, Colección de Escritores Castellanos, 1892
Asesinato del duque de Guisa, Felix Darley, 1876
Es en estas crónicas barrocas donde se relata el notable caso del asesinato del Marqués de Cañete, desarrollado en tres etapas y donde el horror y el sentido de justicia poética de ultratumba dominan todo el relato. Según el relator, un día de agosto de 1654 se cruzaron en una oscura escalera del palacio tres sombras. Una era el Marqués de Cañete, otra, el clérigo y amigo del marqués, don Antonio de Amada y la tercera correspondía a un personaje desconocido. El marqués, D. Juan Antonio Suárez de Mendoza y Torres de Portugal, cayó atravesado de una estocada y don Antonio de Amada fue acusado y condenado por el asesinato, a pesar de sus proclamas de inocencia.
 
Retrato de un clérigo de 40 años, Velázquez, 1622

Tal fue el revuelo formado que, el viernes 14 de Agosto, incluso hubo un exitoso (y milagroso) intento de rescate: “un Obispo de anillo, fraile francisco, en un coche, y cosa de 20 clérigos que, saltando en el tablado, le quitaron el argolla de hierro de la garganta, que es un instrumento ingenioso con que, a dos vueltas de un tornillo, en un abrir y cerrar de ojos está en la otra vida. Y fue cosa admirable que, hallándose el Corregidor a pie, infinitas espadas con la suya brillando en el aire, parece que Dios los cegó, pues, sin poderlo resistir, le metieron en el coche, y a paso muy compuesto y muy largo, azotando las mulas, partieron de carrera por la calle de Toledo, metiéndole por una puerta falsa de casa del Cardenal, que le abrazó en llegando, y sacó bizcochos y vino, haciéndole acostar en una cama muy bien aderezada, el que medio cuarto de hora antes esperaba verse en siete pies de tierra”.

Auto de Fe en la Plaza Mayor, Anónimo, 1632

Sin embargo, al día siguiente “a las diez de la mañana, sábado, día de la Asunción de la Madre de Dios, fueron todos los alcaldes de corte con más de 200 hombres con carabinas y otras armas ofensivas y defensivas en casa del Cardenal de Toledo, y sacaron de ella a D. Antonio de Amada, llevándose presos de camino todos cuantos criados suyos hallaron. Dicen que el lunes le ajusticiarán. Todo parece entremés: cátalo muerto, cátalo vivo. Ténganos Dios de su mano, y guarde a Vm. como puede, deseo y se lo suplico”.

El agarrotado, Goya, 1778 - 1785
Para evitar más disturbios y posibles fugas, el peso de la ley no tardaría en caer implacable sobre el religioso. Antes de acabar el mes, el 22 de agosto lo condujeron al cadalso “tan galán que hombres y mujeres lloraban como niños”. Le dieron garrote “con un artificio de hierro en una argolla que estrechaba un tornillo” después de ver cómo eran azotados todos los que le ayudaron a huir y murió bien y con grande valor en un abrir y cerrar de ojos. Después de muerto le cortaron la mano, a pesar de una extraña resistencia que hacía al cuchillo, y la dificultad de encontrar la articulación, circunstancias que más tarde podrán interpretarse como símbolo de la desoída inocencia del reo. La extremidad amputada fue llevada por el verdugo a la casa del Marqués, dejándola clavada en un palo (otras versiones dicen que quedó clavada en la misma puerta de palacio) que para este propósito estaba delante de la puerta. Fin del primer acto.

Constitutio Criminalis Bambergensis, 1508

Stigmata, Alfonso Paleotti, 1616
A partir de ese momento, comenzaron los sucesos extraños. El personal empleado del palacete contaba que se encendían velas y al momento se apagaban, que escuchaban alaridos espeluznantes procedentes de las habitaciones, que oían ruidos de muebles arrastrándose y todo tipo de situaciones escalofriantes que podamos imaginar. Los criados del marqués aseguraban que seguían notando su presencia, convencidos de que su espíritu vagaba en busca de justicia pidiendo que el verdadero asesino fuera detenido. Pero no sólo había apariciones en el palacio del marqués. Jerónimo Barrionuevo, el 29 de Agosto de 1654,  incluso refiere “Dicen que se ha aparecido el alma de don Antonio de Amada al padre Eusebio, de la Compañía de Jesús”. Las intenciones del difunto eran, parece ser, las de comunicar al sacerdote que había muerto tan bien dispuesto que no había estado en el purgatorio más que tres horas.

Grabado inglés de aparición fantasmal, 1628
Unos  veinte  días  más  tarde, el 9 de septiembre, Jerónimo Barrionuevo  comunica  al deán  noticias terribles: un criado del difunto marqués de Cañete, a las puertas de la muerte por una mal curada fiebre causada por una herida sufrida mientras huía de la escena del crimen, confesó ante testigos que él había sido el asesino de su amo porque “saliendo su mujer a pedirle que no golpease a su marido, la había dado de coces y bofetadas, y que lo confesaba así por descargo de su conciencia, y que como era al anochecer, se puso detrás del dicho D. Antonio de Amada, y que sin que nadie le viese, ejecutó la herida, y que como luego le oyó decir que le habían muerto, se subió la escalera arriba, y se echó por una ventana para escaparse”. Fin del segundo acto. Aunque, antes de pasar al acto final, hay que aclarar que ésta no es la única versión del motivo del asesinato. Para muchos, el criado mató al marqués porque éste quería propasarse con la pobre mujer de aquél. Para otros, resulta que el criado estaba enamorado de la señora marquesa y, para librarla del monstruo del marqués y sus abusos, decidió liquidar al maltratador.
  
Grabado francés de fenómenos poltergeist, sg. XIX
Tras descubrirse el pastel, retiraron la mano del pobre clérigo Amada como tardía restitución del honor ya que no pudieron devolverle la vida. Al cabo de dos o tres días se produjeron novedades. La marquesa de Cañete, Dña. Teresa Antonia Manrique Hurtado de Mendoza, tiene que abandonar el palacio y buscarse otra residencia pues no puede soportar los numerosos ruidos, asombros, espantos, sonidos de cadenas y aullidos que se oyen, portentos y casi milagros, dice el cronista, que la gente interpreta a favor del ajusticiado sin justicia. ¿Fin de la tragedia? No. Aún hoy aparecen testigos contando que en algunas lóbregas madrugadas los muebles se desplazan a su antojo y que ruidos de todo tipo inundan las estancias del terrorífico Palacio de Cañete, desde cuyas ventanas el espectro del mismo marqués sigue poniendo los pelos de punta a los incautos transeúntes que osan alzar sus miradas indiscretas de madrugada.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

ENTRADAS POPULARES