miércoles, 6 de mayo de 2020

La EXTRAÑA y AZAROSA VIDA de PRUDENCIA GRILO


Dama descubriendo el seno,Tintoretto. 1580. Museo del Prado, Madrid
Preparando una visita guiada por el barrio de Lavapiés y sus edificios más significativos investigué a fondo la historia del Real Monasterio de las Agustinas Recoletas de la Visitación de Santa Isabel, también conocido como el convento de Sta. Isabel la Real. Su historia tiene miga para rellenar un blog. Entre las muchas anécdotas y personajes relacionados con él, me cautivó desde el primer momento la extraña y azarosa historia de una joven dama llamada Prudencia Grilo.
 
Blasón del apellido Grillo. Su lema: Nitimur in vetitum (nos lanzamos a lo prohibido)
 Prudencia nació en Valladolid en 1548, hija natural del rico genovés Niccolò Grillo (castellanizado en Nicolás Grilo) y de María de Rojas, con la que mantenía una relación extramatrimonial. La joven vivió acogida en el vallisoletano convento agustino de las Comendadoras del Sancti Spiritus hasta que, con seis añitos, se trasladó a Génova a vivir con su padre. Cuando ella contaba con catorce años su vida giró bruscamente. Su progenitor falleció y ella pasó a formar parte, como cabeza de familia, de la élite genovesa junto a otros apellidos ilustres como los Doria, los Centurione o los Spinola. Estas familias nobles de la República de Génova ocupaban los cargos más importantes y, entre ellos, la joven prosperaría con tal rapidez que pronto regresaría a España, instalándose en Granada junto a su madre y un hermanastro. Antes de volver, Prudencia había dado por finalizado un matrimonio forzado con el mercader genovés Jácome Lavaggi que, cautivo en las galeras (galee) de la Signoria di Genova por haber asesinado a un hombre, había conseguido huir a la costa berberisca.

Maqueta de galera (galea) genovesa. Museo Storico Navale di Venezia
En 1570 dio a luz a su hijo Aníbal, fruto de su infeliz relación con el también genovés Pagan Doria, coronel de la infantería italiana al servicio de Felipe II. Hombre celoso, había hecho temer a Prudencia que la quisiera encerrar en un castillo y arrebatarle a su hijo para llevárselo de vuelta a Génova con él.  Según relatos de la época, Prudencia comenzó entonces, sin temer a las posibles consecuencias, a realizar todo tipo de hechizos para frustrar los planes de Pagan Doria. Como era de esperar, estas prácticas oscuras acabaron en 1571 con nuestra joven protagonista en manos del Tribunal de la Santa Inquisición de Toledo. Fue acusada de "sacrílega hechicera excomulgada y perjura" y haber practicado ritos de brujería "loca, desatinada y enferma", para obtener una actitud más amorosa del militar genovés y evitar su partida y el posible rapto del niño. Finalmente la causa fue sobreseída al ser considerado todo el asunto como un simple caso de "liviandad y concupiscencia y apetitos deshonestos".

El demonio de la vanidad y la mujer frívola. Der Ritter vom Turn, 1371
Pero pronto la vida volvería a cambiar para nuestra damisela. Pagan Doria, caballero de la Orden de Malta, habiendo acompañado a su famoso hermano Gianandrea Doria, marqués de Torriglia y conde de Loano, en varias campañas militares como las de Orán, Malta y Lepanto, partiría en 1573 bajo el mando de Juan de Austria, en la expedición de conquista del puerto de La Goleta y la ciudad de Túnez, donde morirá decapitado en Septiembre de 1574, con apenas 30 años, tras su reconquista por los turcos. Al quedarse viuda Prudencia (según versiones más imprecisas de la historia, su enamorado fue un alférez del rey, con el que no pudo celebrar su boda pues fue inoportunamente llamado para embarcarse en la Armada Invencible), heredó una pequeña fortuna permitiéndole llevar una vida bastante vanidosa y desahogada hasta que algo extraordinario sucedió... algo que haría virar su vida hacia un rumbo más piadoso y cercano a Dios.

El caballero del reloj, Tiziano c. 1550, Museo del Prado, Madrid
Gianandrea Doria, Atrium heroicum Caesarum, 1602
Según la leyenda, versión del religioso agustino Alonso de Villerino acerca de la relación de Prudencia y Pagan, "Tenía estrecha amistad con un caballero, a quien su Majestad mandó́ partir a servir un gran cargo de las galeras, sintiendo ella, o haciendo que sentía, la ausencia del caballero, y consolándola él, vino a decirle: estando vos allá́, y yo acá, sin saber si vivis, o moris, como quereis que pierda el cuidado? Podeiste perder, dixo él, que si yo muriese, yo os avisaré́, y con esto, mientras no os avisare, podréis entender, que vivo. Riose ella del ofrecimiento y replicole como me avisaréis, si muriederéis? Todos estos damascos, dixo él, y señaló los que estaban colgando en una quadra. También menearé́, añadió, las gavetas del escritorio; y la última señal será correr las cortinas de la cama". Meses más tarde, sin que aún se tuviese noticia del trágico destino de Pagan, mientras Prudencia dormía plácidamente en sus aposentos, se escuchó un fuerte ruido que la despertó, al tiempo que se descorrían las cortinas de su lecho y el cajón de su escritorio, donde guardaba las cartas de su amado, salía despedido, quedando su contenido desperdigado por el suelo de la estancia. La advertencia de Doria se había hecho realidad. Fue así como nuestra protagonista hasta ese momento ocupada "con mayor cuidado en gozar sus vanidades que de aliñar la cuenta que había de dar a Dios, recibió tan grande la aldabada para su corazón, que se resolvió a dar de mano a suma vanidad, y a volverse a Dios muy de veras".

Ilustración de Juan Comba, El convento de Sta. Isabel, Madrid Viejo, 1887
Desde ese momento, en su propia casa, en la calle del Príncipe,"hospedava a obispos desterrados de Irlanda y católicos de Inglaterra. Gastava su hazienda en dotar mujeres arrepentidas: recogía las de mal trato y dávales de comer, porque la necesidad no les obligase a ofender a Dios. Criava niñas en el Hospital de los Expósitos; y muchas vezes llegaron a doze". En la posterior decisión de Prudencia de fundar el Monasterio de Nuestra Señora de la Visitación e ingresar en él, influyó notablemente, a parte de su encuentro con el más allá, fray Alonso de Orozco que desde 1561 vivía en el cercano convento de San Felipe el Real, al que conoció por mediación de una de sus sirvientas.

Retrato de monja. Murillo, 1670, Museo de Bellas Artes, Valencia
Profesó los votos en un solemne acto religioso en 1589 y trasfirió al provincial de Castilla y al Padre Orozco las casas de su propiedad situadas en la calle del Príncipe, "que alindan por un lado con las casas de Francisco Solís y por la trasera con la calle que va a la calle del Lobo", así como una renta anual de 4.000 ducados. Una estratégica situación, cercana a los corrales de comedias de la Pacheca y el Príncipe, principales centros de la actividad teatral de Madrid de la época. Unos años después, en 1606, con Prudencia ya viviendo en clausura, llegó a oídos de la reina Margarita de Austria, esposa de Felipe III, que en el convento de la Visitación "no se guardaban las normas de la recolección con la observancia que tan santo hábito pide y forzadas por la necesidad, ora de la estrechez de la casa, pasavan algunas cosas aunque no escandalosas por lo menos dignas de enmendarse en religiosas recoletas". Normal, teniendo en cuenta el mundano emplazamiento del convento, junto a los ya citados corrales de comedias, hábitat de pendencieros, tahúres y prostitutas.
 
Ilustración del Corral del Príncipe por Juan Comba, 1921
Finalmente, en 1610 se clausuró el convento de la calle del Príncipe, trasladándose las religiosas al nuevo y definitivo convento de Santa Isabel la Real, situado en la calle Sta. Isabel, en los terrenos donde hasta entonces había estado la Casilla de Antonio Pérez, el todopoderoso secretario de Felipe II. Pero esa es otra historia…

Vista del solar del convento de Sta. Isabel (XLV). Plano de Texeira, 1656

Calle de Sta. Isabel y Convento de Sta. Isabel la Real, 1927
Ciertamente, como expuso excelentemente Elvira M. Melián en su trabajo De expósitos, genoveses, hechicería, y clausura: la vida de la cortesana Prudencia Grillo, la heroína de nuestra historia personificó estereotipos del mito castellano de la Magdalena durante el Siglo de Oro: sedujo y/o fue seducida por caballeros y/o soldados, careció tempranamente de figura paterna, y desde la pobreza pasó a ejercer su trasgresión en un ámbito urbano. Como "mujer más cuidadosa de adornarse con atavíos falsos de vanidad y lujos que con el verdadero y bello de la virtud" encarnó en su hedonismo, deseo desenfrenado, vanidad y riquezas, la lujuria vinculada a la depravación mental; una lujuria identificada con la demencia y la manifestación de la "enfermedad" del alma femenina que protegió a muchas mujeres procesadas por hechicería, entre las cuales también se encontró Prudencia. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario

ENTRADAS POPULARES