miércoles, 27 de mayo de 2020

EL ESCUDO OLVIDADO DE MADRID

Placa de azulejos de la Calle de Madrid. Taller de Alfonso Ruiz de Luna

A cualquier persona que se le pregunte cuál es el símbolo de Madrid dirá sin pensar que el oso y el madroño representados por doquier, ya sea en la escultura de Santafé que encontramos en la Puerta del Sol, en infinidad de souvenirs turísticos o en el escudo del Ayuntamiento omnipresente en el mobiliario urbano. Y no les falta razón. Sin embargo, existió un escudo madrileño de origen más antiguo y que, tristemente, no mucha gente conoce.

Ese primitivo escudo representaba un pedernal (sílex) sumergido parcialmente en agua, con dos eslabones a sus lados frotando la piedra haciendo que salgan de ella chispas, y una inscripción en latín en la parte superior “Sic Gloria Labore” (“En el trabajo está la gloria”) y otra en castellano en la parte inferior, “Fui sobre agua edificada, mis muros de fuego son, esta es mi insignia y blasón”. Este último esconde el origen de la ciudad y se puede ver en la típica placa de azulejos del callejero madrileño, concretamente en la brevísima calle de Madrid (cuya imagen encabeza este artículo) que une la Plaza de la Villa con la calle del Duque de Nájera.


Escudo de Madrid anterior al 1200, Bar el Madroño, Puerta Cerrada nº7

Si bien se han hallado restos pre-romanos en las terrazas del Manzanares a su paso por la ciudad y un yacimiento hispano-visigodo en la zona de la Almudena, queda claro que Madrid nació como asentamiento estable de origen musulmán hacia el siglo IX. Los ejércitos musulmanes eligieron esta zona como enclave fijo en el centro de la meseta por estar rodeado de montes y bosques, garantía de suministro de caza y leña y por último y no menos importante, por la abundancia de agua.

Reconstrucción ideal de Mayrit
Existe incluso división de opiniones sobre el propio origen del nombre Madrid. Para algunos estudiosos, es de origen visigodo y proviene del vocablo “matrice”, que en el latín de la época significaba “madre de aguas”. Otros, en cambio, defienden que su origen está relacionado con los fundadores musulmanes de la villa, que idearon el nombre Mayrit, fundiendo el vocablo árabe “mayra” (matriz, cauce, arroyo) con “it”, que significa lugar. Es obvio que, sea cual sea su origen, la ciudad de Madrid está íntimamente relacionada con la abundancia acuífera.

 Detalle Matritum Urbs Regia anno MDLXI, Pierre Schild, 1950
La frase “Fui sobre agua edificada” hace referencia a la fundación de la ciudad sobre un terreno rico en ríos, como el Manzanares, aguas subterráneas y arroyos hoy soterrados como el arroyo de San Pedro que discurría por la actual calle Segovia,  el del Arenal que fluía por la calle del mismo nombre y que provocaba que algunas zonas de la ciudad, como la de la actual Plaza Mayor, fueran pantanosas o el de Leganitos cuyas aguas corrían por el costado oeste del cerro donde los musulmanes construyeron su fortaleza en el siglo IX. Los árabes fueron verdaderos expertos en la canalización de agua, lo que les permitió abastecer sin problemas a la ciudad incluso a través de sus conocidos viajes de agua. Sobre el origen acuático de la ciudad hablaría Ruy González de Clavijo en su visita al Reino del Gran Khan Tamerlán y el poeta madrileño Juan Hurtado de Mendoza escribiría los versos De fuego ser cercada, te dixeron/ antiguos siglos, y sobre agua armada/ tus venas de agua y sierras luz te prestan.

Divisa de Madrid, Juan Hurtado de Mendoza, 1550
Siguiendo con el lema, la frase “Mis muros de fuego son” hace referencia a la muralla que el emir cordobés Muhammad I (852-886), hijo y sucesor del brillante Abd al-Rahman II (792-852), ordenó edificar con el fin de sellar la ciudad y evitar el acceso de las huestes cristianas. Este recinto amurallado servía de protección a un conjunto fortificado que contaba con tres edificaciones emblemáticas, el alcázar, la mezquita y la residencia del emir. Esa primitiva muralla, de cuyo lienzo podemos admirar algunos restos en la Cuesta de la Vega, en el parque Emir Mohamed I, abarcaba una extensión de 4 hectáreas de terreno y fue construida con la roca más abundante de la zona, el sílex, también conocida como pedernal. Para hacerse una idea de sus dimensiones es recomendable echar un vistazo a la maqueta del recinto amurallado medieval situada en la misma cuesta.

Maqueta muralla medieval en la Cuesta de la Vega, fuente: escapadaspormadrid.com
 
Muralla, parque Emir Mohamed I
Muralla, parque Emir Mohamed I
El recinto (Al-Mudayna) contaba con torres cuadrangulares cada 20 m y disponía de tres accesos: la puerta de la Vega, la puerta de la Xagra y la puerta de la Mezquita (o de la Almudena) que luego los cristianos llamarían de Santa María. El lienzo de muralla visible en el parque posee unas dimensiones de 120 m de largo, 8 m de alto y 2 m de ancho, adivinándose en él 6 torres de las cuales sólo 4 quedan en pie. La roca elegida para su construcción, de fácil extracción, resistente y cómoda de trabajar, continuó siendo utilizada en los muros de iglesias y casas del creciente Madrid, encontrando ejemplos de su uso en el Convento de la Encarnación, la Casa de los Lujanes o la Casa de Cisneros.
 
Al- Mudayna sobre plano actual de Madrid
Este pedernal solía utilizarse para prender yesca, ya que al ser golpeado por otras rocas o por metal producía chispas. Se dice que durante las noches de escaramuzas e intentos de conquista, cuando los ejércitos cristianos trataban de tomar las murallas musulmanas, cientos de sus flechas de punta metálica chocaban contra los muros de la Al-Mudayna y provocaban un destello de chispas, dando la impresión de que los muros eran de fuego. Este hecho daría sentido a la segunda frase que compone el lema de la ciudad.

Asedio de Antioquía, Manuscrito 22495, folio 50v, Bibliothèque Nationale de France
El escudo completo aparece en las "Relaciones Topográficas de Felipe II" (1575-1578) acompañado del siguiente texto: Divisa de las armas de Madrid, dos eslabones hiriendo un pedernal, con unas palabras que, cercando el escudo, rezan Sic gloria labore, y al fin dice Paratur con un epitafio final: Fui sobre agua edificada/ Mis muros de fuego son/ Esta es mi insignia y blasón.
 
Relaciones Topográficas de Felipe II (1575-1578)
 
Muralla medieval de Madrid, Anton Van der Wyngaerde, 1562
Este antiguo lema quedó inmortalizado en un mural que decora la conocida y muy transitada Plaza de Puerta Cerrada (justo al lado, en el nº 7 de la misma plaza, en una pared de azulejos del Bar el Madroño, está representada la evolución del escudo de Madrid a lo largo de los tiempos), a medio camino entre la Plaza Mayor y el barrio de La Latina. Obra del diseñador, fotógrafo,  pintor y escultor madrileño Alberto Corazón (1942-), estos murales protagonizan este espacio desde 1983, por iniciativa del alcalde Enrique Tierno Galván (1918-1986) como recurso urbanístico para enlucir los lienzos de diferentes patios de luces que las demoliciones de viviendas emprendidas en el siglo XIX habían dejado al descubierto.

Alberto Corazón en su estudio, 2013, fuente: vozpopuli.com

Concebido como grupo pictórico dividido en dos partes, siendo la primera la esquematización del lema que nos ocupa y la segunda parte un trampantojo a modo de celosía y enredadera, hoy su estado de conservación es lamentable. Del lema ha desaparecido la superficie acuática que Corazón dejó pintada. De la celosía falta la parte inferior del mural, deslucida por el tiempo y tristemente invadida por graffitis.

Murales originales de Puerta Cerrada, años 80
Murales de Puerta Cerrada deteriorados
Mural de Puerta Cerrada, detalle de los versos

Tras la conquista cristiana de la ciudad en 1085, los posteriores monarcas, sacerdotes y alcaldes se esforzarían durante siglos en ocultar toda huella que evidenciara el origen musulmán de la ciudad. Surgieron por doquier leyendas donde lo islámico era sinónimo de oscuro, extraño, diabólico, herramientas de propaganda histórica para ensalzar la Villa como bastión de la verdadera fe ante el infiel. El símbolo cristiano de Madrid sería el oso, bueno, la osa para ser más exactos, cuya primera referencia como enseña madrileña dataría de 1212 durante la batalla de las Navas de Tolosa, pero esa es otra historia…

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