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Placa de azulejos de la Calle de Madrid. Taller de Alfonso Ruiz de Luna |
A cualquier persona que se le pregunte cuál es el símbolo de
Madrid dirá sin pensar que el oso y el madroño representados por doquier, ya
sea en la escultura de Santafé que encontramos en la Puerta del Sol, en
infinidad de souvenirs turísticos o en el escudo del Ayuntamiento omnipresente
en el mobiliario urbano. Y no les falta razón. Sin embargo, existió un escudo
madrileño de origen más antiguo y que, tristemente, no mucha gente conoce.
Ese primitivo escudo representaba un pedernal (sílex)
sumergido parcialmente en agua, con dos eslabones a sus lados frotando la
piedra haciendo que salgan de ella chispas, y una inscripción en latín en la
parte superior “Sic Gloria Labore” (“En el trabajo está la gloria”) y otra en
castellano en la parte inferior, “Fui sobre agua edificada, mis muros de fuego
son, esta es mi insignia y blasón”. Este último esconde el origen de la ciudad
y se puede ver en la típica placa de azulejos del callejero madrileño, concretamente
en la brevísima calle de Madrid (cuya imagen encabeza este artículo) que une la
Plaza de la Villa con la calle del Duque de Nájera.
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Escudo de Madrid anterior al 1200, Bar el Madroño, Puerta Cerrada nº7 |
Si bien se han hallado restos pre-romanos en las terrazas
del Manzanares a su paso por la ciudad y un yacimiento hispano-visigodo en la
zona de la Almudena, queda claro que Madrid nació como asentamiento estable de
origen musulmán hacia el siglo IX. Los ejércitos musulmanes eligieron esta zona
como enclave fijo en el centro de la meseta por estar rodeado de montes y
bosques, garantía de suministro de caza y leña y por último y no menos
importante, por la abundancia de agua.
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Reconstrucción ideal de Mayrit |
Existe
incluso división de opiniones sobre el propio origen del nombre Madrid. Para
algunos estudiosos, es de origen visigodo y proviene del vocablo “matrice”, que
en el latín de la época significaba “madre de aguas”. Otros, en cambio,
defienden que su origen está relacionado con los fundadores musulmanes de la
villa, que idearon el nombre Mayrit, fundiendo el vocablo árabe “mayra”
(matriz, cauce, arroyo) con “it”, que significa lugar. Es obvio que, sea cual
sea su origen, la ciudad de Madrid está íntimamente relacionada con la
abundancia acuífera.
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Detalle Matritum Urbs Regia anno MDLXI, Pierre Schild, 1950 |
La
frase “Fui sobre agua edificada” hace referencia a la fundación de la ciudad
sobre un terreno rico en ríos, como el Manzanares, aguas subterráneas y arroyos
hoy soterrados como el arroyo de San Pedro que discurría por la actual calle
Segovia, el del Arenal que fluía por la
calle del mismo nombre y que provocaba que algunas zonas de la ciudad, como la
de la actual Plaza Mayor, fueran pantanosas o el de Leganitos cuyas aguas
corrían por el costado oeste del cerro donde los musulmanes construyeron su fortaleza
en el siglo IX. Los árabes fueron verdaderos expertos en la canalización de
agua, lo que les permitió abastecer sin problemas a la ciudad incluso a través
de sus conocidos viajes de agua. Sobre el origen acuático de la ciudad hablaría
Ruy González de Clavijo en su visita al Reino del Gran Khan Tamerlán y el poeta
madrileño Juan Hurtado de Mendoza escribiría los versos De fuego ser cercada,
te dixeron/ antiguos siglos, y sobre agua armada/ tus venas de agua y sierras
luz te prestan.
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Divisa de Madrid, Juan Hurtado de Mendoza, 1550 |
Siguiendo
con el lema, la frase “Mis muros de fuego son” hace referencia a la muralla que
el emir cordobés Muhammad I (852-886), hijo y sucesor del brillante Abd
al-Rahman II (792-852), ordenó edificar con el fin de sellar la ciudad y evitar
el acceso de las huestes cristianas. Este recinto amurallado servía de
protección a un conjunto fortificado que contaba con tres edificaciones
emblemáticas, el alcázar, la mezquita y la residencia del emir. Esa primitiva
muralla, de cuyo lienzo podemos admirar algunos restos en la Cuesta de la Vega,
en el parque Emir Mohamed I, abarcaba una extensión de 4 hectáreas de terreno y
fue construida con la roca más abundante de la zona, el sílex, también conocida
como pedernal. Para hacerse una idea de sus dimensiones es recomendable echar
un vistazo a la maqueta del recinto amurallado medieval situada en la misma
cuesta.
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Maqueta muralla medieval en la Cuesta de la Vega, fuente: escapadaspormadrid.com |
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Muralla, parque Emir Mohamed I |
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Muralla, parque Emir Mohamed I |
El recinto (Al-Mudayna) contaba con torres cuadrangulares
cada 20 m y disponía de tres accesos: la puerta de la Vega, la puerta de la
Xagra y la puerta de la Mezquita (o de la Almudena) que luego los cristianos
llamarían de Santa María. El lienzo de muralla visible en el parque posee unas
dimensiones de 120 m de largo, 8 m de alto y 2 m de ancho, adivinándose en él 6
torres de las cuales sólo 4 quedan en pie. La roca elegida para su
construcción, de fácil extracción, resistente y cómoda de trabajar, continuó
siendo utilizada en los muros de iglesias y casas del creciente Madrid,
encontrando ejemplos de su uso en el Convento de la Encarnación, la Casa de los
Lujanes o la Casa de Cisneros.
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Al- Mudayna sobre plano actual de Madrid |
Este
pedernal solía utilizarse para prender yesca, ya que al ser golpeado por otras
rocas o por metal producía chispas. Se dice que durante las noches de
escaramuzas e intentos de conquista, cuando los ejércitos cristianos trataban
de tomar las murallas musulmanas, cientos de sus flechas de punta metálica
chocaban contra los muros de la Al-Mudayna y provocaban un destello de chispas,
dando la impresión de que los muros eran de fuego. Este hecho daría sentido a
la segunda frase que compone el lema de la ciudad.
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Asedio de Antioquía, Manuscrito 22495, folio 50v, Bibliothèque Nationale de France |
El
escudo completo aparece en las "Relaciones Topográficas de Felipe II"
(1575-1578) acompañado del siguiente texto: Divisa de las armas de Madrid, dos
eslabones hiriendo un pedernal, con unas palabras que, cercando el escudo,
rezan Sic gloria labore, y al fin dice Paratur con un epitafio final: Fui sobre
agua edificada/ Mis muros de fuego son/ Esta es mi insignia y blasón.
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Relaciones Topográficas de Felipe II (1575-1578) |
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Muralla medieval de Madrid, Anton Van der Wyngaerde, 1562 |
Este
antiguo lema quedó inmortalizado en un mural que decora la conocida y muy
transitada Plaza de Puerta Cerrada (justo al lado, en el nº 7 de la misma
plaza, en una pared de azulejos del Bar el Madroño, está representada la
evolución del escudo de Madrid a lo largo de los tiempos), a medio camino entre
la Plaza Mayor y el barrio de La Latina. Obra del diseñador, fotógrafo, pintor y escultor madrileño Alberto Corazón
(1942-), estos murales protagonizan este espacio desde 1983, por iniciativa del
alcalde Enrique Tierno Galván (1918-1986) como recurso urbanístico para enlucir
los lienzos de diferentes patios de luces que las demoliciones de viviendas
emprendidas en el siglo XIX habían dejado al descubierto.
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Alberto Corazón en su estudio, 2013, fuente: vozpopuli.com |
Concebido como grupo pictórico dividido en dos partes,
siendo la primera la esquematización del lema que nos ocupa y la segunda parte
un trampantojo a modo de celosía y enredadera, hoy su estado de conservación es
lamentable. Del lema ha desaparecido la superficie acuática que Corazón dejó
pintada. De la celosía falta la parte inferior del mural, deslucida por el
tiempo y tristemente invadida por graffitis.
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Murales originales de Puerta Cerrada, años 80 |
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Murales de Puerta Cerrada deteriorados |
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Mural de Puerta Cerrada, detalle de los versos |
Tras
la conquista cristiana de la ciudad en 1085, los posteriores monarcas,
sacerdotes y alcaldes se esforzarían durante siglos en ocultar toda huella que evidenciara
el origen musulmán de la ciudad. Surgieron por doquier leyendas donde lo
islámico era sinónimo de oscuro, extraño, diabólico, herramientas de propaganda
histórica para ensalzar la Villa como bastión de la verdadera fe ante el
infiel. El símbolo cristiano de Madrid sería el oso, bueno, la osa para ser más
exactos, cuya primera referencia como enseña madrileña dataría de 1212 durante
la batalla de las Navas de Tolosa, pero esa es otra historia…
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